Capítulo 1

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Me desterraron del cielo, de mi hogar. Me alejaron de lo único que conocí, mis hermanos y hermanas, mi..... padre, ya no me volvieron a ver... como me miraban antes de que dejara de ser el hijo favorito de mi padre. Estoy solo, tengo frío, estoy triste, y a nadie le importan las lágrimas del diablo.

Humanos.. cuanto los amé. Los amé igual o más que mi padre. Me parecían creaturas hermosas, la mejor y más perfecta creación que mi padre ha creado con mucho amor, sus hijos los llamaba. En ese entonces dejé de ser su hijo favorito, ya no me prestaba atención como antes, ahora les dedicaba tiempo a ustedes, los humanos. Jamás había sentido algo como envidia, que en ese entonces era solo una palabra que mi padre nos había prohibido, no se está permitido sentir envidia, nos decía. Fuí él primer ser en sentir la envidia en secreto cuando mi padre me decía que ahora ustedes eran su prioridad, no nosotros los ángeles, fingí comprenderlo, más él no sabía lo malo que empezó a desarrollarse en mi poco a poco, y para mí tristeza y desgracia, yo tampoco lo sabía.

Quise cambiar, por ustedes, les di una oportunidad. Desde el cielo observaba a los nuevos hijos de mi padre, Adán y Eva, parecían creaturas muy felices, pero cuando mi padre les daba la espalda, ellos se quejaban y no entendían porque ellos estaban debajo de Él. Nunca los comprendí, ¿a caso no era suficiente con ser los seres más amados por su creador?, ¿a caso querían más?. Me enfureció, cada día, a cada hora que transcurría viéndolos desde el cielo a la tierra, yo escuchaba sus blasfemias.

Padre siempre dijo que nos alejaramos del mal, o nos castigaría sin piedad alguna. Pensé en los humanos, ellos estaban pecando a espaldas de mi padre. Ahí fue cuando decidí castigarlos. Les daría una lección para que aprendieran a no cometer pecado, les enseñaría como es el amor de verdad, les mostraría la hermosura de todo lo que los rodea. Tal vez si mi padre veía que les había enseñado a los humanos la verdadera belleza su creación, Él me volvería a amar como antes, volvería a ser su hijo favorito.

Bajé desde lo alto de una nuve hasta que mis pies y alas tocaron la tierra por primera vez, era suave, café y fría al tacto. Miré todo a mi alrededor, miré lo que mi padre llamó árboles, plantas, ríos, frutas, animales, y sentí el viento que despeinaba mi cabello, era tan hermoso que una sonrisa se empezó a formar en mi rostro. Me vi interrumpido por un sonido de pasos que poco a poco se acercaba más a mi. Me observé, pensando si sería lo correcto que vieran a un ángel con alas blancas y más alto que ellos, ¿les asustaría?. Decidí no mostrarles mi verdadera imagen así que me convertí en el primer animal que vi, una hermosa serpiente verde que se confundía con las ojas del árbol que tenía cerca. Observé el árbol en que me encontraba, y vi que de sus ramas colgaban unos frutos rojos, ¿cómo les había llamado mi padre?.

-Este es... - escuché una voz suave y dulce cerca de mi, era Eva. Ella era tan hermosa, sus ojos eran oscuros como la noche, su cabello castaño caía hasta sus caderas, y su piel canela la hacía ver como la más preciada pieza de oro. Vi como observaba el árbol en que me encontraba. Lo miraba con tanto deseo, como si estuviera prohibido.

Parecía que comería uno de los frutos de el árbol. Se me ocurrió ofrecersela, así que encontré una fruta que no estaba tan lejos de mi alcance.

-Eva. - la llamé fuerte y claro. Ella solo volteó a verme, no se asustó ya que era costumbre que los animales se comunicaran con ella.

-Hola bella serpiente, ¿qué haces en este árbol?. - me preguntó acercándose más a mi. En sus ojos no había nada más que confusión y algo que no pude descifrar en ese entonces.

-Encontré esta fruta para ti. - le digo señalando el fruto con mi cabeza. - Es especial, te enseñará el verdadero amor que debe tener la creación para con su padre. Cómela si no quieres volver a pecar.

Lagrimas del diablo ( Gay +18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora