Post-concierto

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Anne depositó sus labios en la mejilla del chico a modo de agradecimiento, había estado espectacular. Jamás pensó que alguien pudiese dedicarle ninguna canción, y menos una como esa. Se sentía tremendamente afortunada de haber conocido a una persona como él.  

La conexión que tenían superaba cualquier límite de la realidad más próxima. Coincidir con alguien es sencillo, ocurre a diario, en cualquier situación, sin embargo, la magia reside en la conexión. Es la unión de mente y alma que se produce entre dos personas, descubrir que el otro es capaz de armonizar su mundo respecto al tuyo, ver galaxias donde otros solo verían estrellas fugaces, en definitiva conectar. 

Gèrard la estrechó entre sus brazos, respirando el olor de su cuello. Le recordaba al jazmín, el jazmín que de pequeño cogía con su madre y que tantos buenos recuerdos le traía. Olía a flores, al dulce aroma que desprenden estas saludando a los primeros rayos del sol de la primavera. Sentía a Anne como su Hana. La palabra Hana, en la lengua japonesa se traduce como flor, haciendo de esto su pequeña metáfora. 

Se separaron del abrazo que ambos sintieron demasiado corto para que el resto del grupo pudiese felicitar al ceutí.  Fue un momento de risas, abrazos y felicitaciones que hizo al grupo sentirse participe de algo grande, los primeros pasos de su amigo en el mundo de la música, o lo que también podrían llamar como el mundo de sus sueños.  

Anne se separó del grupo y se dirigió hacia la barra donde Bruno y Mai se escribían cosas en la nota de los pedidos. ¿De verdad pensaban que nadie se daba cuenta de su técnica de ligar? Reía solo de pensarlo. 

—Annecita, que bonita la última canción del chico, ¿quién será la afortunada?—, dijo picando a su amiga. 

—No lo sé, pero la chica tiene suerte—se le escapó a Anne, provocando la risa del grupo—, he venido a por unas cervezas para celebrar el concierto. Uníos a nosotros cuando terminéis aquí. 

Anne sabía de sobra que sus amigos probablemente tendrían otros planes más propios de dos personas que de un gran grupo, pero no quería ser descortés. Tras la negativa más que esperada de su compañera y su jefe, volvió hacia la mesa de la esquina donde sus nuevos amigos estaban sentados junto a sus compañeras de piso con un cubo lleno de cervezas. 

—¡He traído lo necesario para celebrar este gran concierto!—, exclamó interrumpiendo la conversación del grupo-, ¡cervezas! 

Todos rieron a coro mientras observaban como Anne iba abriendo los botellines para todos. Bueno, Gèrard era el que más la observaba. Le gustaba quedarse mirando como giraba la muñeca para poder abrirlos mientras fruncía el ceño como si así su fuerza aumentase. Le gustaba también ver como se movía la falda de su vestido cada vez que se giraba a darle una cerveza a uno de sus amigos. Le encantaba ver como se giraban todos cuando cruzaba al baño del bar, como sonreía a su compañera y le sacaba la lengua al pasar delante de ella, como se quejaba del calor que hacía para ser Marzo. Estaba claro, le gustaba más que a los demás.

La noche fue pasando entre risas y bromas, permitiendo a los presentes conocerse más entre ellos, descubrirse, como quien descubre el más preciado de los tesoros. 

Eva y Rafa estaban distantes, sentían que la distancia que había brotado entre ellos tras el beso pesaba más de lo que debería, como si llevasen la muralla china cargada sobre sus espaldas, con todos los turistas que la visitaban a diario. Sentían que estaban a kilómetros, como si un océano, profundo e infinito como la mirada de la gallega, se hubiese interpuesto entre ellos a pesar de encontrarse a un metro de distancia. Pero ya se sabe, en el amor verdadero hasta la distancia más pequeña es demasiado grande. 

Continuaron compartiendo risas, bromas y miradas indiscretas entre ellos. Anne no podía dejar de mirar a Gèrard, se sentía hipnotizada por cada rasgo de su cara. Podría ser su lugar para vivir, pérdida en la mirada que se escondía tras esas gafas de metal, embobada como el que se emboba mirando a la nada mientras desayuna y pierde la galleta en mitad de la taza de leche, embobada como el que se emboba con su serie favorita después de haberla visto más de diez veces, embobada como la madre que mira a su hijo hacer cualquier proeza que a ojos de un extraño sería la mayor tontería del mundo. Embobada al fin y al cabo en lo más profundo de sus ojos.

Gèrard no era consciente de lo que pasaba por los pensamientos de la de rizos, a pesar de ser los suyos semejantes. Compartieron miradas, y muchas risas, incluso alguna caricia fortuita sucumbiendo a la cercanía que había entre ellos. Volaban, sentían que volaban, y no eran conscientes de ello.

La noche se alargó hasta pasadas las dos de la madrugada, a pesar de que la hora oficial del cierre era a las 23:30 de la noche. El nuevo grupo de amigos se dirigió hacia la puerta dispuestos a despedirse tras la negativa mayoritaria a la idea de Sam de irse un rato de fiesta. Plan que sólo había apoyado Flavio para sorpresa de Rafa y Gérard que centrados en sus historias, no habían sido conscientes del tonteo de su amigo con la compañera de piso de las que ocupaban sus pensamientos. 

Gèrard y Anne se acercaron dudando como debían despedirse, pero el destino decidió por ellos.  La torpeza de Anne y una baldosa de la calle hicieron su trabajo, haciendo que la chica tropezase y cayese directamente en los brazos del rubio que tuvo que hacer malabares para evitar la caída de ambos. Se rieron. Se rieron a carcajadas de lo surrealista que era la situación terminando las risas en un largo abrazo que sirvió de despedida. El de Eva y Rafa fue más corto, seguían sintiendo el peso de las palabras que ambos guardaban dentro y que los mantenía más separados de lo que hubiesen decidido ellos. 

Anne, Sam y Eva llegaron a casa con un pensamiento claro cada una. 

Samantha decidió que nunca nadie le volvería a negar un plan, que si tenía que irse solamente con el rarito de gafas lo haría, pero que no volvería a estar en su casa a las 2:40 de la mañana de un Viernes a no ser que fuese por decisión propia. 

Eva, por el contrario, tenía sus pensamientos en una montaña rusa. Estaba contenta de haber dejado a Hugo, sabía que no les beneficiaba esa relación y que tarde o temprano iba a terminar. Pero estaba triste, triste porque era consciente de que quería a Rafa, pero no sabía si estaba lista para meterse en otra relación, y no quería hacerle daño. Así que sí, Eva tenía un pensamiento claro al igual que sus amigas, se iba a ir a dormir y no pensaba levantarse hasta bien tarde. 

Anne tenía la cabeza loca, miles de ideas rondaban su cabeza y necesitaba expresarlas. Cogió su cuaderno azul, en el que dibujaba y escribía plasmando sus sentimientos, y despidiéndose de sus amigas se dirigió a su terraza. 

Y escribió...

"Miles de pensamientos azotan mi cabeza. Has aparecido de la nada, sin previo aviso y sin permiso, como el Apolo 11 aterrizando en la luna de lo más interno de mi ser. No te vi llegar, estabas, simplemente estabas. Quieres que descubra lo que tus ojos intentan gritarme, pero no puedo escucharlo, no puedo, es demasiado pronto, todo va muy deprisa. Me siento como la primera vez que monté en AVE viendo  que íbamos a 300 kilómetros por hora y sintiendo el miedo del derrape en la próxima curva haciendo que todo terminase estallando por los aires. Tengo miedo, no me escondo. No sé quién eres, ni qué haces aquí, pero estás, y estás dando un vuelco a todos mis pensamientos. Tú, sí, solo tú. Únicamente tú. Tu presencia, tu aroma, tu mirada, tu sonrisa. Te conozco desde hace treinta y tres horas y parece que te conozco de toda la vida". 

"Cuaderno azul, guardame el secreto", añadió después de la última frase como hacía cada vez que terminaba de escribir uno de sus pensamientos más íntimos. Cerró el cuaderno, llevándolo con ella, y se fue a dormir. 

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2020 ⏰

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