Cap. 13 - And began to breathe

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POV Sirius

No estoy enfadado. Estoy cabreado. Con ella, pero sobre todo conmigo mismo. ¿Quién tejones me manda a mí meterme en sus asuntos? Me lo ha dicho James, me lo ha dicho Remus, y me lo dice el destino cada vez que me la encuentro. Quizá debería hacer caso de una maldita vez.

Chasqueo la lengua cuando Macdonald intenta el hechizo accio por tercera vez y me cruzo de brazos.

- No va a funcionar; está encantado. - explico con tono hastiado, suspirando y dándole la espalda, no tengo aún muy claro si con intención de volver al castillo o solo de no verla - Olvídalo, ¿quieres? Es solo un anillo.

Aunque no lo es; es el sello de los Black, y uno de los pocos regalos auténticos que tengo de mi madre. Tenía. Me va a matar cuando sepa que lo he perdido. O, tal vez, solo sea la que encabece la larga lista de decepciones que compongo.

En fin.

Me giro cuando la luz de su varita se enciende de nuevo y entonces me quedo estupefacto al ver que ella se está deshaciendo de su túnica, quedándose en camisón.

- ¿Se puede saber qué estás haciendo?

Ella se descalza, dejando las zapatillas pulcramente colocadas junto a la túnica, ahora doblada.

- Voy a buscar tu anillo. - aclara.

- Estás loca.

No es una pregunta, y cuando se acerca a la orilla yo camino hacia ella para detenerla.

- Es de noche y estamos en octubre. Creía que tú eras la lista, ¿no ves el fallo de tu plan?

Me dirige una mirada ceñuda y creo que va a decir algo, pero parece cambiar de opinión y simplemente sigue avanzando hacia el agua. Alzo las manos en un gesto de rendición.

- Haz lo que quieras. - desisto, al fin y al cabo, lo va a hacer.

Debería irme de allí, no tengo por qué ser testigo ni cómplice de esta estupidez, pero me quedo aquí, mirándola entrar al agua, decidida. Cruzo los brazos sobre mi pecho y niego con la cabeza, apreciando como la tela del bajo del camisón se abomba antes de hundirse por el peso del agua, y espero que cuando este le llegue más arriba de la cintura, desista en su empeño y salga, aceptando su error.

Sí, claro. Hablamos de Macdonald; doña Perfecta no aceptará su error nunca, al menos ante mí.

Se sumerge en el agua y solo puedo captar el débil destello de la luz de la varita bajo la superficie, moviéndose a medida que lo hace su portadora, allí donde cree que ha caído la joya. Me doy cuenta de que mi cuerpo está tenso hasta que la chica emerge, no tardando más de tres segundos - lo suficiente para tomar otra bocanada de aire - y volver a perderse de vista.

Pero esta vez la luz se queda quieta al llegar a cierto punto y Macdonald no vuelve a salir. Mi ceño se frunce y mis brazos se descruzan solos mientras rezo a todo en lo que no creo para que esa idiota saque su cabeza hueca del agua. Debería flotar al estar llena de aire, ¿no?

- Mierda. - musito, sin pensarlo más.

Me descalzo a la carrera y enciendo mi propia varita en mi camino hacia la orilla. No me detengo cuando el agua fría parece atacar con afiladas agujas cada poro de mi piel y echo a nadar, guiándome por la leve luz ajena.

Llego a su altura en un tiempo récord y me sumerjo, encontrando su figura. La rodeo con los brazos y me impulso con los pies en el suelo del lago para salir a la superficie, por innecesario que sea, ya que descubro que apenas me cubre poco más arriba de mi cintura.

Macdonald tose, y eso hace que mi pecho retumbe, pegado como está a su espalda mientras sigo sosteniéndola en ese abrazo al que me han obligado las circunstancias. Pero eso es bueno, si tose es que está viva, y me ahorro el boca a boca. Aunque eso no sería tan malo, después de todo.

- ¿Qué demonios haces?

Espera. No soy yo quien hace esa pregunta, sino ella. Y eso no tiene sentido.

- ¿A ti qué te parece? ¡Te estoy salvando la vida! - replico, entre malhumorado y confuso - ¿Qué demonios haces tú?

Se revuelve entre mis brazos hasta soltarse para encararme, con el ceño fruncido.

- ¿Salvándome la vida? Estaba perfectamente hasta que me has atacado. - Merlín, qué exagerada es - No sé qué ha estado más cerca de matarme, si el susto que me has dado o el agua que he tragado por tu culpa.

¿Que yo la he asustado? A esta chica le faltan bastantes giros de varita.

Durante un par de segundos ninguno dice nada, y entonces suelto lo primero que se me ocurre, como suelo hacer.

- Menuda capacidad pulmonar.

La chica deja ir esa risa que aún me suena tan extraña por la poca frecuencia con la que la escucho, y mis labios se curvan hacia arriba en un gesto automático.

- ¿Tenías miedo? - pregunta, y ahora es mi ceño el que se frunce.

- ¿Del agua?

Ella niega, sin molestarse siquiera en rodar los ojos.

- De que me hubiese pasado algo. - aclara, sin desclavar su mirada de la mía.

Y por algún motivo me siento contrariado. Solo me faltaba que ahora se creyese importante por su estupidez.

- No.

Ladea la cabeza como un pajarillo y me mira con más atención.

- ¿No? Pues lo parece. - dice, aferrando la tela mojada de mi camisa entre sus dedos índice y pulgar y tirando levemente para separarla de mi piel.

Buen punto, pero no voy a reconocerlo, y su gesto hace que me fije en su propia ropa, en cómo también se le pega al cuerpo y... Merlín. Ropa blanca y mojada, ¿tengo que decir más?

- ¡Oye! - su grito llega a la vez que su puño impacta en mi pecho, sin demasiada fuerza pero con la suficiente para soltar el aire que he estado conteniendo sin darme cuenta desde mi descubrimiento.

Cruza los brazos sobre el pecho. Está claro que me ha descubierto.

- Sube la mirada. - me ordena, y lo hago, sonriendo de lado al notar su rubor.

- Hecho. Tu turno; sube los brazos. - le digo, como si todo fuese parte de un juego. Y, oye, si cuela, cuela.

No lo hace, claro, y sigue tapándose, tozuda, pero un amago de sonrisa adorna sus labios.

- Eres idiota. - asegura, y yo me encojo de hombros.

- Bueno, eso puede depender mucho de la perspectiva. - digo, y continúo pese a verle rodar los ojos - Cualquiera diría que la idiota eres tú, metiéndote al lago negro de noche para encontrar un anillo. Una tarea imposible.

Ella niega con la cabeza.

- No era imposible.

Resoplo y ahora soy yo quien rueda los ojos. Lo dicho; terca como una mula.

- Se llama Lago Negro por algo, ¿sabes? - replico - Ergo, sí, tarea imposible.

Sigue negando con la cabeza y finalmente me mira, con una sonrisa triunfante.

- No era imposible. - repite, abriendo la mano, con la palma hacia arriba, mostrándome lo que guardaba en ella.

Mi anillo.


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