POV Sirius
Durante un par de segundos solo puedo quedarme mirando el aro dorado sin terminar de procesar lo que veo y, finalmente, dejo ir una pequeña risa de incredulidad. Esta chica no deja de sorprenderme.
- ¿Quién es el idiota ahora? - pregunta, con la sonrisa en su voz, tendiéndome la joya.
- Sigues siendo tú. - contesto, también con humor, recuperando el anillo y colocándolo en su lugar de siempre.
Siento su escalofrío cuando mis dedos rozan su piel y estoy a punto de seguir picándola con algún comentario sobre el efecto que tengo sobre ella, pero me percato de que, no solo está temblando, sino que además, a la luz de las varitas, sus labios parecen estar adquiriendo una tonalidad morada alarmante.
- Vamos. - tomo su mano y tiro de ella - Salgamos de aquí antes de que seas capaz de rayar cristales.
No entiende a lo que me refiero, o al menos no hace ningún comentario - tal vez porque está de acuerdo en lo de salir del agua - pero el caso es que de esta quedo indemne. Por fin.
Una vez en la orilla, ella comienza a temblar más violentamente y trata de secarse con la varita, consiguiéndolo al segundo intento. Mientras el aire caliente comienza a salir de su punta, yo alcanzo la capa de la chica y la paso por sus hombros, uniendo mi propia varita a la tarea de evitar que Macdonald pille una pulmonía.
- ¿Y tú? - pregunta, y el que lo haga entre el castañeo de sus dientes y con un hilo de voz me produce gracia y dulzura a partes iguales.
- No soy yo quien tiene los labios morados. - respondo, pasando la varita por su melena.
- ¿Cómo lo sabes? No te los ves.
Río y la miro, arqueando las cejas.
- Pero los siento; apuesto a que tú no puedes decir lo mismo.
Ella pone ese gracioso mohín contrariado en su rostro. Al menos casi ha dejado de temblar.
- Sí los siento. - me contradice, y sospecho que es más por el simple placer de hacerlo que porque sea verdad.
- ¿Sí? ¿Lo comprobamos?
Mi sonrisa se vuelve más traviesa, y la miro con intensidad.
La mano que aferraba su melena para secarla se hunde en esta a la vez que me acerco a la chica. Ella no se mueve, solo me mira con una mezcla de confusión y algo que no sé identificar en sus ojos.
Recorro su rostro con los míos, y me golpea una idea, un pensamiento fugaz que ha acudido a mi mente un par de veces desde que empezó el curso.
Es hermosa.
Con sus ojos castaños y su cabello revuelto y aún algo húmedo, y los labios entreabiertos, a los que va volviendo, lentamente, algo de color, esa certeza me llega más fuerte de lo que esperaba.
Paso el pulgar por su labio inferior y siento el cosquilleo en la yema al rozarla su aliento.
- ¿Esto lo sientes? - pregunto, y noto mi propia voz algo ronca.
Traga saliva y asiente.
- Sí.
Su voz es prácticamente un susurro, pero su mirada se clava firme en la mía y no hace amago de apartarse.
¿Quiere?
Recorro de nuevo su rostro con los ojos y finalmente vuelven a centrarse en los suyos con esa pregunta brillando en ellos.
Finalmente, me inclino un poco hacia ella, con lentitud, probando, y me detengo un par de segundos a medio camino para que, una vez claras mis intenciones, tenga la oportunidad de apartarse si es lo que quiere.
Merlín, que no se aparte...
No lo hace, y se me escapa una pequeña sonrisa cuando retomo el movimiento y reduzco la poca distancia que queda entre nosotros para atrapar sus labios.
- ¿Sirius? – se oye una voz a la vez que otra persona pregunta - ¿Mary?
Nos separamos rápidamente, antes de que el beso llegue a producirse y maldigo internamente. Siento frío en el pecho, allí donde ella había posado su mano en nuestro acercamiento, y noto también un cosquilleo en la mía, que había posado en la parte baja de su espalda casi sin darme cuenta.
Centro mi mirada ceñuda en las oportunas leonas que nos han interrumpido y, al ver sus manos unidas me doy cuenta de que nos somos los únicos pillados en una situación comprometida. Al percatarse de dónde apuntan mis ojos, Dorcas suelta la mano de Marlene con rapidez. Esta suspira.
- Nosotras no hemos visto nada si tú tampoco. - me propone la rubia.
Aún estoy procesando todo lo que ha pasado, y la relación de las dos chicas tal vez sea lo menos raro.
- No es... No hay nada que ver. - asegura Mary - Díselo.
Esa orden va dirigida a mí, y cuando la miro veo el rubor de sus mejillas.
Podría decir que me da bastante igual haber sido pillado en esa situación con Macdonald, y no mentiría. Lo único que me molesta es haber sido interrumpido antes de poder disfrutarla. La situación, quiero decir.
Pero noto la tensión a mi alrededor; la de la castaña por lo que puedan pensar sus amigas y la de las otras dos al haber expuesto su secreto ante mí. Ahora comprendo que era esto lo que la leona me estaba ocultando desde el principio.
Por todo, por ellas tres y porque, de todos modos, no soy ningún bocazas, termino encogiéndome de hombros.
- No sé ni de qué estáis hablando.
Casi me parece oírlas suspirar del alivio y, esta vez, el escalofrío me recorre a mí. Recuerdo entonces que, mientras que Mary ya está prácticamente seca, yo sigo chorreando agua.
- Bueno, esta fiesta se está poniendo cada vez más interesante - ironizo - pero tal vez deberíamos volver al castillo.
Ellas están de acuerdo y comienzan a caminar hacia allí. Macdonald se vuelve hacia mí al notar que no las sigo y arquea una ceja, inquisitiva. Miro tras de mí, al linde del bosque y me rasco la nuca, dudando. Finalmente, suspiro y la sigo, hasta llegar a su altura.
- Ya ha quedado claro qué hacíamos nosotras aquí - me susurra, y la miro - pero ¿qué estabas haciendo tú?
Le regalo media sonrisa.
- Creía que ninguno habíamos estado aquí esta noche. - respondo.
Ella chasquea la lengua y acelera el paso, contrariada, lo que me hace reír entre dientes.
De pronto vuelve a ser la Macdonald de siempre, qué manera de perder el encanto. Y, aún así, no dejo de mirarla mientras se aleja.
En fin, tendré que dejar esa parte del plan "volver a las serpientes más verdes - título provisional" para otro día. Seguro que James lo comprende.
O lo comprendería, si se enterase de todo lo ocurrido. Cosa que no va a pasar.
Qué difícil es la vida del merodeador.
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Fidelity
FanfictionTodo el mundo sabe que Sirius Black no se enamora, eso es para idiotas y, como única excepción, su mejor amigo. Lo suyo es ir de cama en cama y disfrutar de su juventud sin ataduras. Mary Macdonald, por el contrario, es una romántica sin remedio, qu...