POV Mary
Las nubes intentan ocultar el tímido sol de octubre, que parece estar haciendo sus últimos pases antes de ocultarse del todo hasta la próxima primavera. El aire ya empieza a ser demasiado fresco para mi gusto, y aunque todavía es pronto para ponerme la bufanda, sí que me ato bien la túnica antes de salir a los exteriores.
Nunca creí que el estadio de Quidditch fuese el lugar perfecto para alguna acción que yo me propusiese, pero así ha resultado ser. Suelo venir a este sitio lo justo; bajo con el resto del colegio cuando hay partido de quidditch y, en ocasiones, ni siquiera eso cuando no es Gryffindor quien juega. Pero en estos momentos se me antoja el lugar idóneo para trabajar; me he asegurado de que ninguna casa tenga el campo reservado para algún entrenamiento y, por tanto, confío en estar sola y que nadie me moleste aquí.
Llego a las gradas armada con mi cuaderno de dibujo y mis lápices de colores, me siento en una de las filas centrales, evitando el borde y, con él, el pánico que me da caerme. Apoyo el cuaderno en mis rodillas, después de subir estas también al asiento, colocándome en una posición lo más cómoda posible. Abro la caja de lápices y los saco, colocándolos al milímetro en fila, siendo casi un ritual. Una vez hecho esto, me permito sonreír y respiro hondo, como suelo hacer siempre antes de empezar a dibujar, intentando atraer la inspiración. El aire puro del exterior llega a mis pulmones, bastante más agradable que el cargado de la sala común.
Desde aquí puede verse el horizonte, y puedo imaginar ya que lápices debo usar y mezclar para conseguir esos colores. Empiezo a estar harta de utilizar a mis amigas como modelos, no porque sean malas - al revés, tienen una paciencia enorme conmigo - pero estoy cansada del monotema. Tampoco me valen hoy los otros leones que me sirven de inspiración sin saberlo, por lo mismo. Lo mío son los retratos, y esta vez quiero probar algo distinto; salir de mi zona de confort.
Dibujo lo que mis ojos ven, con agilidad a veces, lentamente otras, concentradas mi mente y manos en la tarea. Cuando intento difuminar una sombra que se me resiste especialmente, capto por el rabillo del ojo un relámpago rojo.
Alzo la vista por puro reflejo, reconociendo al jugador del equipo de Gryffindor y resoplo, molesta. Demasiado duraba mi descanso. Resignada, cierro el cuaderno y guardo de cualquier manera los lápices, poniéndome luego en pie, fulminando con la mirada a aquella figura que, incluso siendo casi un puntito rojo, reconozco a la perfección.
¿Acaso se cree especial por volar de esa manera? Qué tontería, claro que lo cree; hablamos de Black, si no se casa consigo mismo es porque aún no tiene edad para ello.
Pues lo que hace tampoco tiene tanto mérito, ¿no? Marcar en unos aros sin custodiar por el guardián, no puede ser tan difícil. Aunque claro, ¿qué sé yo, si no he vuelto a montar en una escoba desde que dejé las clases de vuelo en primer curso? Pese a todo, y aunque odie reconocerlo, mi mirada no se aparta de él ni un segundo, al menos no hasta que él levanta la mirada y me pilla, lo que me hace dar un pequeño respingo y apartar la mirada, frunciendo el ceño.
Es tarde para fingir que no le he visto, que no he estado observándole, pero de todos modos alzó el mentón e intento caminar con toda la dignidad que logro reunir – que no es mucha – para salir de allí.
- ¿Admirando las vistas?
Su tono chulesco me hace rechinar los dientes, sobre todo porque eso hay algo de cierto en sus palabras.
- Lo hacía, hasta que has llegado tú. – replico, alzando la voz para hacerme oír pese a la distancia.
Le miro esforzándome por condensar en mi mirada todo el desdén que llevo dentro. Solo me falta que crea que soy una especie de acosadora.
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Fidelity
Hayran KurguTodo el mundo sabe que Sirius Black no se enamora, eso es para idiotas y, como única excepción, su mejor amigo. Lo suyo es ir de cama en cama y disfrutar de su juventud sin ataduras. Mary Macdonald, por el contrario, es una romántica sin remedio, qu...