CAPÍTULO 3

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Y con suspiro susurro:

- ¡Oh! Helen tu solo pudiste despertar de nuevo el amor en mi, en este corazón desolado y oscuro, marchito como una flor y negro como la neblina. Te doy gracias a ti por aparecer y dando color a mi corazón ¡Que late por ti!

Así fue como amaneció y él aun seguía en el balcón observando su gran tragedia que aun estaba en espera de la Luna llena.

Al momento de despertar de su trance, mando a llamar a un mayordomo y lo mando a la casa de su apreciada amada, para poder otorgarle una carta con sinceras palabras.

¡¡Querida Helen!!

La razón por la que te mando esta carta es para hacerte saber los sentimientos que me haz provocado durante este tiempo.

Quisiera que me amaras y que a la vez estuvieras aquí conmigo, para poder otorgarte en cada noche mi corazón.

Quisiera siempre despertar a tu lado, quisiera ser siempre el dueño de tu corazón y de tu cuerpo.

Pero soy alguien que se amargo con el pasar del tiempo, tengo mala reputación en todo el reino; y tu eres una princesa llena de luz y vida.

Yo se que soy diferente a ti, pero eso no importa para lograr mi amor hacia ti; si no que tu aceptes regalarme esa oportunidad que tanto necesito para ser feliz contigo.

Quisiera que me conocieras más, ya ves que no soy tan sociable pero lograre hablar contigo, y así poder hablar de ti y de yo. Y así poder sentir lo mismo que yo siento por ti. Tan solo quiero que nos amemos sin medida y rencor.

Se que ni soy poeta del todo, pero estas palabras vinieron de un corazón sincero y que piden por tu amor.

Por lo tanto, Helen leyendo la carta fue a la mansión. Esa noche los dos apreciaron a la misma luna que los unió.

A la mañana siguiente se escucharon rumores entre todo el reinado, sobre la noche en que El Conde Rafael ya no paso soledad.

Y así sentándose a desayunar El Conde le dijo a Helen...

El CondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora