Dos padres buscaban desesperadamente a su hija, ya que seleshabíaperdido, era una pequeña de tres años, tan solo le quitaron la mirada tres segundos y ella no se encontraba al lado de sus padres. Los mayores sentían la adrenalina que les acusaba el extravío de su hija, el temor correr por sus venas, haciendo correr a sus corazones con los latidos que eran cada vez más rápidos mientras se hacía presente la angustia. Toda la policía estaba buscando a la niña sin parar, querían tener a su hija en sus brazos, consolarla, decirle que todo estaría bien. Su madre rompía en llanto por la pérdida de su hija, sabía que si le pasaba algo... jamás sería capaz de perdonarse a sí misma. Le pedía a Dios que le devolviera a su hija, que no podía más con este dolor. Esperando que todo esto fuera una pesadilla y jamás se hubiera extraviado.
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Bosque de Seabrook, 14 de marzo, 16:00 p.m, 2006.
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Una pequeña niña se encontraba perdida en el bosque, tenía curiosidad por este y sin darse cuenta se adentró en el más de lo que debería. El cual tenía muy poca iluminación por los huecos de los árboles ya que todos se encontraban uno al lado del otro.
—¡Mami! —gritó la pequeña niña en modo de ayuda— ¡Mami, ayuda!
Escuchó una rama romperse haciendo que se sobresalte, mientras que por su pequeña carita caían algunas lágrimas de su rostro. Sintió que algo se movió en los arbustos, se acercó a ellos lentamente, cada paso que daba podía escuchar el latido de su corazón cada vez más fuerte, abrió el arbusto con sus pequeñas manitos dejando ver un pequeño conejito blanco. Sonrío al verlo, por fin podía sentir un poco de tranquilidad. Pasaron unos segundos hasta que vio los minúsculos ojos asustados del conejo que rápidamente huyó de ahí, dejándola completamente sola, o al menos eso ella creía... hasta que sintió una presencia en su espalda. Al darse cuenta que este era un lobo, lo miró aterrada, temblando y llorando, este lobo sin piedad alguna por la pequeña le enterró sus colmillos en sus diminutos brazos, provocando que la niña se desvaneciera al instante.
Seabrook, 14 de marzo, 20:00 p.m, 2006.
Habían pasado cuatro horas desde la desaparición de su hija, habían policías, gente de la ciudad buscando a la niña por todos los lugares posibles. La angustia que tenían estos padres era gigante, sentían el corazón apretujado como si una mano se los aprieta por cada segundo que corría.
—Quiero detenerme de pensar lo peor, sabes que no quiero pensarlo pero mi cabeza lo hace. —confesó la mujer poniendo sus codos en las rodillas para sostenerse la cabeza con las dos manos.