Prólogo

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Laboratorio Bummel, Argentina. Junio 2011

Un grupo de científicos buscan sin suerte la cura definitiva para el cáncer. Probaron mil y un antídotos en personas con dicha enfermedad que se ofrecieron a contribuir, pero ninguna resultó la cura

Cierto día de Junio creyeron, finalmente, encontrar el antídoto. Con sumo cuidado, acomodaron a la mujer voluntaria en la camilla de la sala, llenaron la jeringa con ese líquido amarillento. Tomaron su brazo, lo prepararon e inyectaron la mezcla.

-Sólo nos queda esperar- Dijo el doctor Scábile con una sonrisa desesperanzada en el rostro.

Miraron a la mujer, quien débilmente les sonrió.

-Doctor, ¿Usted cree que lo hemos conseguido?- Preguntó María, una de las doctoras

-Sí, hasta creo que cambiará al mundo.- Lo hará doctor, créeme que sí.

 Luego de unos minutos se empezaron a escuchar extraños ruidos provenientes de la sala

-¿Y ahora qué le pasa?

-No sé María- Respondió espantado uno de los doctores

 La piel de la mujer voluntaria, era piel en descomposición. Estaba tirada en el piso convulsionando con los ojos cerrados. Se acercaron cautelosamente a ella y la tomaron de manos y pies, la mujer dejó de convulsionar, abrió sus ojos, que ahora eran perlas sumamente blancas, e intentó morderlos. Dieron la orden de amarrarla a la camilla e inyectarle un tranquilizante, pero pasado el tiempo en el que tendría que haber hecho efecto, la mujer seguía siendo agresiva. Tomaron su pulso, pero... ¡Ella no tenía pulso! Todos la miraron asombrados, intentando deducir como podría seguir viva. Lo que ellos no saben es que eso no se maneja con el corazón

La mujer con una fuerza sobrenatural se deshizo del amarre y se acercó lentamente al doctor Scábile, sin levantar sus pies. Intentó escapar, pero le habían cerrado la puerta con llave, destinándolo a morir, o a lo que sea que le pasara. Los doctores miraban atónitos la escena. La mujer cada vez estaba más cerca del doctor, quién le gritaba pero parecía no hacer efecto en ella.

Mordió vorazmente su hombro, arrancándole la piel y dejando la zona en carne viva. La habitación se llenó de perturbantes alaridos de dolor y gruñidos de la mujer. Scábile rompió el vidrio que lo separaba de su libertad, pero cayó al piso cuando la mujer mordió su abdomen, dejándolo igual que su hombro. Los científicos se quedaron en estado de trance, mirando la escena, pero cuando eso salió de la habitación traspasando los vidrios sin rastro de dolor alguno, todos corrieron como si su vida dependiera de ello...

¿Esto es el fin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora