What You Know | h.s.

Primer tatuaje

Ingresé al negocio, decorado mitad de blanco y mitad de rojo. El blanco lo hacía lucir pulcro, pero el rojo me hacía pensar automáticamente en Summer, una amiga. Se veía partido a la mitad, gracias a que en las paredes pintadas de rojo solo habían objetos rojos, y en las que estaban de blanco, todo era blanco. Tal como si un ángel y Summer estuviesen peleando y llegasen de pronto a una tregua, en aquel lugar ambos colores no parecían tocarse pero tampoco llevarse bien.

Busqué con la mirada a Louis, quien había llegado mucho antes que yo, y según el justo juego de "piedra, papel o tijera" sería el primero en tatuarse. Hoy llevaba puesta una camiseta gris, la cual hacía ver sus ojos azules de un tono grisáceo y favorecía su piel bronceada. Caminé hacia los sillones blancos y tomé asiento junto a él.

—Hola guapo —dije, para despegar su atención de su celular. Ni siquiera había notado mi presencia.

Alzó la mirada y depositó un beso en mi mejilla, pero luego volvió a ver el aparato con el ceño fruncido.

—Kia dice que no puede venir porque no hay nadie que se quede con su abuela... Espera dice que dejemos esto para mañana. Mira lee esto, está completamente loca —movió la cabeza de lado a lado incrédulo, aunque con un toque de diversión.

El mensaje decía: "Regresen a casa y vayamos mañana, ¿sí? No hay forma de que hagan esto si mí". Reí sin poder creerlo y le regresé el celular. Ya estábamos aquí, no podíamos dar marcha atrás y complacer a la majestuosa Kia.

—Es como empezar una guerra y decir "oh espera, tengo que ir al baño" —bromeé.

—Más como calentarle los huevos a alguien y luego decirle "oh, no tenemos un condón" —reímos aun más fuerte, y supe que el chico en el mostrador había escuchado nuestra conversación cuando él también lo hizo.

Louis había sido mi primer amigo en California. Lo conocí porque vivía una calles más abajo que mis tíos y apenas me mudé fue el único con el que me dejaban salir, pasábamos tanto tiempo juntos que se convirtió en mi mejor amigo.

En el centro del negocio, y frente a nosotros, se encontraba un mostrador con el recepcionista, quien tenía los ojos fijos en la computadora mientras movía la cabeza al ritmo de la pesada canción de rock. Sus tatuajes iban desde sus muñecas hasta sus patillas, lo cual claramente debió ser doloroso. Tenía una cicatriz tatuada en el cuello, como si algún animal se lo hubiese rasguñado ¿Quién rayos se tatuaría una cicatriz estando sobrio? Llevaba una camiseta sin mangas, por lo que también eran notorios sus confusos y atemorizantes tatuajes en los brazos, como el que tenía de un cráneo con sangre oscura chorreándole de los ojos y una cruz invertida en medio de la frente. Al verlo me embargaron unas inmensas ganas de ir a preguntarle qué rayos pasó por su mente cuando decidió tatuarse eso, pero no quería sonar irrespetuosa así que le puse freno a mi curiosidad y le dediqué mi atención a otros aspectos del lugar

Mis ojos danzaron uno a uno por entre las paredes llenas, casi por completo, de bocetos y cuadros de quienes supuse eran artistas reconocidos, hasta que me detuve en cuanto me topé con una mirada verde. Era guapo, mucho más que cualquier chico de mi universidad. Era una foto enmarcada donde podía ver a un chico de rizos chocolate, o eso supuse porque llevaba un gorro y no se apreciaban del todo. Su enorme sonrisa estaba acompañada de dos hoyuelos a los lados, grandes ojos de un verde cristalino y algunos lunares para completar la obra de arte. La foto había sido tomada muy de cerca ya que podías apreciar hasta el mínimo detalle de su rostro, o tal vez era solo yo que estaba muy concentrada en él. Las arrugas en sus ojos te demostraban lo feliz que debió ser ese momento, incluso resultaba una sensación contagiosa. Su rostro era el de un ángel, puro, pacífico y hermoso. Nunca antes había conocido el blanco, y ahora lo tenía en frente mío. Un blanco tan extraordinario y difícil de encontrar, tenía que conocer a ese chico, tenía que saber quién era.