—¡Qué seria señorita Collins! —dijo Eliot con un tono de voz divertida.Hice el amago de sonreír, pero volví a sumergirme en mis pensamientos, habían pasado dos largas y tormentosas semanas, semanas en donde me frecuentaba constantemente Adrien, pasaba a buscarme al estudio, a la cafetería donde trabajaba o simplemente llegaba a mí sin yo saberlo, era tan majo, se estaba comportando conmigo, no quería apresurarse, todo a su debido momento. Por otro lado, James, no sé cómo supo de mi nuevo trabajo, porque todos los días venía a la cafetería, se sentaba en el sector de fumadores, a veces estaba solo, pero habían días en que venía con una chica en particular y me jodía en toda mi puta existencia.
—¡Grace! —Eliot golpeó la mesa para captar mi atención.
Parpadeé rápidamente y lo miré lamentando por no haberle prestado atención mientras él me hablaba de no sé qué mierda.
—¿Qué te ocurre el día de hoy? Porque estás súper despistada, como si estuvieses en otro planeta —me preguntó preocupado.
—Nada… Es sólo que tengo la cabeza en otro lado —le expliqué sin nada de ánimos.
—¿Quieres hablarlo? —me propuso mientras limpiaba sus gafas.
—No es nada que no pueda solucionar —me atreví a sonreírle falsamente.
Mentira.
—Oh, bueno —se colocó las gafas —Eh… Grace.
—¿Sí? —inquirí mientras cerraba mi libreta.
—¿Tienes algo que hacer esta tarde o Adrien vendrá por ti? —rascó su nuca nervioso.
No le conteste, terminé de guardar mis cosas y él también lo hizo, una vez listos, ambos nos levantamos y caminamos hasta la salida, afuera de la biblioteca estaba el Mustang de Adrien, lo había comprado hace unos días, en lo personal lo reconocía a distancia, Eliot me miró y esbozó una media sonrisa sin ánimos.
—Creo que sabes la respuesta —encogí mis hombros.
—Nos vemos el lunes, Grace —se despidió dejando un beso en mi mejilla.
Adrien estaba apoyado en el capó de su Mustang, vestía una camiseta blanca con unos vaqueros ajustados de un tono azul marino, sus botas militares estaban más que lustradas, diría que podía ver mi reflejo, bueno tal vez exagero, su cabello como siempre bien peinado, tenía una sonrisa de oreja a oreja plasmada en su rostro. Hoy era viernes, habíamos quedado que iríamos al cine, era nuestra tercera cita, tal vez ese era el motivo de su sonrisa, así que yo también le sonreí, caminé hasta a él y besé su mejilla.
—Hola —lo saludé dulcemente.
—Podría acostumbrarme a esto siempre —me sonrío.
—Me gusta como llevas tu cabello hoy —le comenté.
—¡Hey, yo debería decirte esas cosas! —bromeo mientras que habría la puerta se copiloto.
—¡Ay, no seas tan nenita! —golpeé suavemente su brazo.
Ambos reímos, Adrien cerró mi puerta una vez yo dentro, cuando subió al vehículo me entregó una cajita forrada en terciopelo, lo miré con mis ojos muy abiertos, sabía que se trataba de algún accesorio carísimo y yo no podía aceptarlo.
—Adrien…
—Es tuyo Collins, quieras o no —sentenció.
Abrí la cajita, era un cadena con un dije que tenía una inicial, todo era de plata y la inicial era una “A” de Adrien, lo miré por el dije tan específico y él sólo sonrió arrogante.
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A perdición mía.
Tajemnica / ThrillerOrientada en los años noventa. Un campamento bastó para que cinco adolescentes deshicieran su amistad, un incidente catastrófico, un muerto y un culpable indescifrable. Los años pasaron, todos seguían impunes, el suceso se volvió a repetir y, aquel...