-No puedo ayudarte si no te ayudas a ti mismo -le reprendió el joven abogado, mirando a louis con preocupación.
-Lo sé... -contestó louis, bajando la cabeza.
-Debes protegerte -le advirtió.
-No, si eso significa que mi madre cargue con las culpas. Esto no tiene nada que ver con ella y no quiero que se vea implicada -replicó louis, en tono imperioso.
-Pero ella está implicada porque su firma también aparece en los cheques. Es lógico que la policía quiera hablar con ella -señaló él abogado, sin rodeos.
Louis se quedó callado. Durante un largo y exasperante interrogatorio, dos policías le habían preguntado una y otra vez dónde estaba su madre. Nadie le había creído cuando dijo que no lo sabía. Aunque supiera dónde se encontraba, habría mantenido silencio para protegerla. Estaba decidido a no dejar que su madre pagara por los errores que su hijo había cometido.
Entonces, volvió a aparecer uno de los oficiales de policía. Le dijo que, aunque podía salir bajo fianza mientras seguían investigando, tendría que regresar a la comisaría dentro de cuatro días para más interrogatorios. Louis sintió que su corazón se paraba al escucharlo. Por si fuera poco, le informaron de que tendría que esperar en una celda mientras se hacía el papeleo oportuno. El estómago le dio un vuelco. Su abogado protestó, sin conseguir nada.
Cuando la puerta de la celda se cerró detrás de el, louis comenzó a temblar violentamente. Sentado en la dura cama, se abrazó a sí mismobbuscando algo de consuelo. Quería evitar que el pánico y el miedo se apoderaran de el. Eso sólo empeoraría las cosas. La maquinaria de la justicia se había puesto en marcha y, si lo encontraban culpable, iría a la cárcel. Tendría que acostumbrarse a estar en una celda. El dinero de Happy Holidays había desaparecido y no podía devolverlo. Y, según pensaba, el era el único culpable de encontrarse en aquella situación.
Louis dejó caer sus brazos, invadido por una terrible sensación de culpa. Era un sentimiento familiar. Las cosas siempre terminaban mal y el era el culpable...
Cuando tenía diez años, había sobrevivido a un accidente de barco en el que su padre y su hermano habían muerto. Su madre, Virginia, había quedado destrozada.
Es culpa tuya! ¡Fuiste tú quien les convenció para que te llevaran en barco! ¡Tú los mataste! ¡Los mataste a los dos! -le había gritado su madre, enfurecida.
Y, aunque la gente había intentado quitarle hierro a las palabras de su histérica madre,louis sabía que sus reproches sólo mostraban la implacable verdad. A continuación, el negocio de su padre había entrado en bancarrota y su cómodo nivel de vida se desvaneció de la noche a la mañana. Louis sabía que eso también había sido culpa suya. Pocos años después, sintió un gran alivio al descubrir que podía ganar el suficiente dinero para ofrecerle a su madre un estilo de vida lleno de lujo y comodidades. Entre los catorce y los veintiún años, louis hizo una pequeña fortuna como modelo.
Pero, entonces, se había vuelto egoísta, estúpidamente egoísta y poco previsor, reconoció con tristeza. Había sufrido un desamor y odiaba la pasarela, por lo que decidió dejar el mundo de la moda atrás y estudiar diseño de jardines. A partir de aquella decisión tonta y alocada, todo se había truncado en su vida...
Temiendo que aún estuvieran allí los paparazzi que la habían recibido a su llegada a la comisaría,louis salió a la sala de espera. Por fortuna, la única persona que la esperaba era un chico castaño. Liam se levantó de su silla, frunciendo el ceño ante la exhausta expresión en el rostro de su primo. A pesar de ello, louis resultaba tan hermoso, que era difícil no quedarse mirándolo. La delicada estructura de su figura, sus impresionantes ojos azules y su pálida melena de un castaño natural dejaban sin aire a cualquiera.