Entonces, en medio de la lluvia, bajo la tormenta que mis ojos libraban, llegó; tomó mi rostro, me miró fijamente y... me besó.
Fue ¡El beso!, no me lo dió con sus labios pálidos, me besó con su mirada; con esa mirada de ternura sacó un sol en todo el huracán que tenía en mí.
Su beso fue el mejor, porque mi alma nunca habia tenido tanta revoltura, tanto miedo, tantos nervios, y a la vez tanta paz que lo unico que lo terminó de completar fue el roce de su boca con la mía.