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Ella es consciente de su belleza, ella sabe que me mata de manera intencional, ella busca volverme loco...

Puedo verla pasar y quedarme con el mundo atravesado en la garganta; puedo verla pasar y sentirla cerca, así sea de lejos. Y eso es algo que ella sabe, sin siquiera haberlo escuchado de mi boca, ella sabe también que husmeo entre sus fotos para grabarla y regrabarla entre mis neuronas que, no pueden hacer nada si las ponen a combatir en lucha de orgullo contra su belleza que, me enloquece y me revuelve hasta la parte más recóndita de mi cordura, transformándome en una extraña mezcla entre hombre y esclavo, entre poeta y demonio, entre ángel y esquizofrénico.

Ella tiene tanta poesía habitando la pupila de sus ojos negros, que cuando me agarra con su mirada, yo quedo indeciblemente dócil, y relegado a su secuestro emocional.

Imposible de escapar, soy ese pájaro maldecido por una jaula de la que no desea escapar; soy un poco más que eso, soy una abeja buscando miel de la misma flor seca, pero cuyo aroma continúa siendo el perfume más delicioso que pudiese haber experimentado.

Ella sabe tanto de sus atributos femeninos. Sabe hacer de su boca un arma, sabe hacer de sus cabellos una cadena de Andrómeda, imposible de escapar, y sabe que su piel es la flecha del centurión nocturno, que aunque no quiera, asesina, asesina con la frialdad de un sueño sepultado bajo escombros de poesía rocosa y corto punzante.

Imposible de escapar de sus manos, de la sombra que emana tras sus pasos, su silueta; es estrellada, es radiante como la onda de sol que podría asesinarme con solo mirarme fijamente, es criminalmente canalla y preciosa, caótica y tierna, malditamente enloquecedora y apasionante, entre mis versos, ella pertenece a las deidades más estremecedoras a las que jamás he escrito; y le escribo, porque si no me rindo, muero ahogado. Si no me rindo, muero atragantado de versos y demonios sentados en mi hombro envenenando la poca lucidez que este insomnio me puede permitir. Si no me rindo, ella terminará exterminándome, con esa beldad que usa como arma de asesina serial obsesionada conmigo.

Me estoy volviendo loco de deseo. Me estoy quedando atrapado en el tiempo, sabré yo cuál tiempo..., probablemente haga falta rendirme más, o probablemente sea necesario asfixiarla entre mis fantasías, a veces, no lo sé. Y quiero reconocer como el vil mundano que soy, que entre los pocos sueños que mi cerebro permite, es ella el único del que no desearía despertar.

Me rindo, palabra de caballero, me rindo a dejarla volverme loco, porque en verdad, ambos sabemos cuánto lo disfruto.

PALABRA DE CABALLERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora