Porcelain || kookgi [+18] |

2.El muñeco

°×°×

Porcelain.

Los únicos rastros de sonido en el departamento eran las manecillas del reloj de la sala, junto con el crujir de los cereales en mi boca.

Sus ojos inanimados me miraban fijamente.
Tenía una pequeña camisa azul claro, la cual era parecida a una que dejé de usar hace tiempo.
los pantalones oscuros eran iguales a los que yo traía puestos.

Pero la única diferencia entre nosotros (aparte del brillante cristal de los ojos, y el cabello falso) era que yo me sentía incómodo con su mirada.

°×°×

—estás distraído. —la voz de Seokjin resonó a mi lado.

—eh, si. un poco. —

El castaño rió.

—¿solo un poco? vamos, dime qué sucede. —

Suspiré, intentando crear una excusa.

—tengo sueño, es solo eso. —en realidad, no mentía.

Hace una semana no dormía bien.

Cada noche me despertaba después de tener la misma pesadilla.

Me veía a mi mismo caminando por un sendero conocido, la parada de autobuses. No había nada raro, hasta que sin poder controlar mi cuerpo, cambiaba de rumbo.

Divisé la tienda de muñecas desde la otra acera. Tiraba el mismo envoltorio del sándwich que comí el primer día que entré en ella, y tomaba un poco de agua embotellada antes de guardarla en mi mochila. 

En el momento en el que mi piernas pararon, estaba quieto en la puerta de la tienda.

Antes de siquiera tocar la manija de la puerta, un cosquilleo en mi nuca y un sentimiento de angustia en mi estómago aparecían acompañados del  tintineo de la campanilla encima del marco de la entrada.

Me encontré sorprendido mientras veía dentro de lo que parecía ser un espacio vacío.  

Frente a mis ojos se encontraba un sótano oscuro.                                                                                            Una ráfaga de viento helado vino hacia mí, despertándome bajo una atenta mirada proveniente de mi habitación. 

Tal vez era estúpido no intentar venderlo.

O guardarlo en una caja, dentro del armario o tal vez en el contenedor de basura de la acera de enfrente.                                        Pero algo dentro mío me decía que no debía.