No tenía nombre ni lugar en mi vida. Apareció una noche, como otra cualquiera. Era una noche fría y a mi parecer, tranquila. Todo transcurría con total normalidad en un pueblo de la Sierra de Madrid. Aquella noche íbamos de fiesta; iba a ser la fiesta de clausura de un local y la noche prometía.
Entre diferentes drogas y caras desconocidas, nos hicimos un hueco en el minúsculo local. Nos empujaban como si del fin del mundo se tratase; puede que no fuera el fin del mundo, pero terminó por ser el final de una etapa, un antes y un después.
No hacíamos más que estar ahí, entre la gente. No hacíamos más que bailar (en la medida de lo posible, ya os digo que no cabía ni un alfiler) y pedir copas y chupitos. Fue en un momento de la noche que decidí salir a tomar el aire por mi cuenta: aquel antro me estaba ahogando y necesitaba desesperadamente sentir el frío de las noches de enero.
Y así fue, salí a la calle. Había varios grupos de chavales fumando de todo y a saber que más. Entre los montones divididos de gente, pude ver a un par de personas de mi grupo de amigos; fui a verles. Aquella noche se presentaron dos chicas cuyo nombre no recordaba, pues mi estado era un poco deplorable. Hacia allí que fui y empecé a hablar con la gente. Pasé un rato con ellos y cuando se me heló el moco, propuse volver dentro y me siguieron. Yo me fui de la mano con una de las chicas de nuestro grupo, pero no me acordaba de su nombre y me limité a llamarla "tía".
Continuamos la fiesta dentro hasta que a una amiga mía (de su nombre si me acordaba, pero no voy a nombrarla) le dio, lo que comúnmente llamamos hari. Salimos las dos fuera a que bebiera agua y respirara. Si no lo he dicho ya, lo de dentro parecía un matadero.
Para cuando se encontró mejor, me encontré con que varias personas de nuestro grupo se habían ido, cosa que no me sorprendió porque a las 4 de la mañana hace un frío de la hostia y aparece el sueño. Continuando con mi amiga: desapareció. Me enteré de que un amigo se la llevó a casa porque no podía mantenerse en pie por la merluza que llevaba encima.
Pasaron un par de horas y me quedé sola. Di un par de vueltas y aproveché para hacer memoria de la noche: un desfase, en resumen. Llamé al amigo que se llevó a la otra a su casa y me quedé con él. Nos fumamos un porro y a la que le dio el amarillo fue a mi. Nos fuimos a su casa y nos quedamos dormidos y, a la mañana (3h después) salí corriendo al autobús.En el trayecto hacia mi casa, hice balance de la noche (otra vez). Concluí con que fue un auténtico desparrame en el que hubo de todo. Traté de recordar los nombres de las dos chicas en cuestión, por si me cruzaba con ellas, poder saludarlas por su nombre y no con una palabra multiusos como es "tía". Me acordé del de una, ni rastro del de la otra. Sólo recordaba que me cayó muy bien y que pude percibir un vínculo extraño, como si ya nos conociéramos. Si, si, como si nos hubiéramos visto antes o en otra vida, qué se yo. Así fue como emprendí una investigación digna del FBI para dar con ella: Instagram es la herramienta más útil y más práctica en estos casos (por nuestra edad, si no, tiraría de Facebook). Logré mi cometido y me dediqué a observar en silencio durante un tiempo, hasta que ella dio conmigo también y me siguió. Alarma. Pánico. Me encontraron. ¿Qué hago? Pues la sigo de vuelta, ¿qué más iba a hacer?
No veía la que se me venía encima. A día de hoy, puedo decir que fue una avalancha silenciosa que se llevó todo por delante e hizo reconstruir y modificar muchas cosas. Demasiadas, para mi gusto, pero necesarias, al parecer.
"Bueno, pues una amiga nueva" pensé. "Espera, ¿le gusta Billie? De puta madre" pensé. Y así empezó todo.
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Algo se movió
Non-FictionSon mis sentimientos y pensamientos. De vez en cuando, habrá cosas que escribo y diferentes situaciones que hacen (o han hecho) que algo se mueva.