Yelena dejó el vaso vacío encima de la barra, pidiendo otro trago. Aquella noche hacía más frío de lo habitual. Su cuerpo se había acostumbrado a temperaturas mayores que las que había soportado cuando apenas era una niña y vivía en Rusia. El cantinero le sirvió de inmediato, sintiendo una secreta intimidación ante de mirada delineada de la mujer rubia. Aquella extraña había ido varias noches seguidas a ese bar sin charlar con nadie. Ignoraba las invitaciones que recibía, tanto de hombres y mujeres, limitándose a beber con la mirada perdida en el alcohol.
Belova estuvo a punto de darse por vencida cuando un hombre ingresó, haciendo que las campanillas de la puerta delataran su entrada. Tenía un gorro rojo y desgastado, una chaqueta verde yerba y pantalones vaqueros. Ella no necesitó ver su rostro para saber quién era. El cabello largo que sobresalía de la gorra y una de las manos vendadas fueron suficientes para identificarlo. La rubia pidió más tragos, pendiente de los movimientos del recién llegado. Pagó su consumición y abandonó el bar cuando él se retiró.
Lo siguió varios pasos detrás. Las calles estaban casi vacías, poco iluminadas por farolas en el paseo central demasiado alejadas para hacer un trabajo eficiente en el combate a la penumbra. Apresuró su caminata después de que una pareja que sonaba alcoholizada la detuvo preguntando la dirección de un hotel.
―Tontos americanos ―susurró la rusa, mirando en todas las direcciones para seguir la pista de su objetivo.
Fue buscando en cada callejón cercano hasta que un brazo la tomó del cuello y la estampó contra una pared cercana. Cerró los ojos, más aturdida por el golpe en la cabeza que por el hecho de que estuvieran cortándole la entrada de aire a sus pulmones.
―Hay algunas cosas que nunca cambian ―dijo con dificultad, en ruso.
―¿Por qué me sigues? ―preguntó enfadado.
La mujer sintió que su rostro comenzaba a enrojecer. Así que lo pateó en la entrepierna y utilizó su cabeza para hacerlo soltarla. Se quejó abiertamente tocando la zona de su frente que había dado en la nariz del hombre.
―Si quisiera acabar contigo o entregarte ya lo habría hecho hace tiempo ―señaló con una mueca.
―¿Y se supone que tengo que creerte?
―Puedes preguntarle a los hombres que te seguían, esos que ahora ya no respiran. Apestas en esto de esconderte de la policía.
―¿Qué quieres de mí?
Yelena lo observó unos segundos, buscando algo en su mirada que no estaba ahí. Tragó grueso, decepcionada.
―Entonces es cierto que no me recuerdas. No creí los rumores.
James Barnes se cruzó de brazos. Aquella mujer lo intrigó.
―No me hagas repetir la pregunta ―mostró su falta de humor.
―Puedo ayudarte a recordar algunos fragmentos.
―¿Por qué lo harías? ―preguntó desconfiado.
―Porque tu me ayudaste a mí. Sígueme si quieres información.
La rusa se acomodó bien el abrigo antes de comenzar a caminar. Su departamento estaba a varias calles de allí. Quitó las llaves de su bolsillo y esperó a que él se ubicara a su lado para hablar.
―Trata de no hacer ruido, se supone que no debo invitar a nadie a entrar.
Subieron tres niveles hasta llegar a la puerta número dieciocho. Yelena lo dejó pasar primero antes de encender la luz. El lugar no era el mejor para pasar mucho tiempo, pero le servía para descansar unas horas. El departamento consistía en una habitación que era utilizada como sala y cocina, un cuarto de baño y un dormitorio.
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Recuérdame |Bucklena|
Fanfiction𝖭𝗎𝖾𝗏𝗈 𝗌𝗁𝗂𝗉𝗉 𝖽𝖾𝗌𝖻𝗅𝗈𝗊𝗎𝖾𝖺𝖽𝗈 𝖺𝗇𝗍𝖾𝗌 𝖽𝖾 𝗊𝗎𝖾 𝗅𝖺 𝗉𝖾𝗅𝗂́𝖼𝗎𝗅𝖺 𝖽𝖾 𝖡𝗅𝖺𝖼𝗄 𝖶𝗂𝖽𝗈𝗐 𝗒 𝗅𝖺 𝗌𝖾𝗋𝗂𝖾 𝖽𝖾 𝖥𝖺𝗅𝖼𝗈𝗇 𝖺𝗇𝖽 𝗍𝗁𝖾 𝖶𝗂𝗇𝗍𝖾𝗋 𝖲𝗈𝗅𝖽𝗂𝖾𝗋 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖺𝗇 𝖽𝖾𝗋𝗋𝗎𝗆𝖻𝖺𝗋 𝗍𝗈𝖽𝗈. 𝗟𝗼𝘀...