Extra

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Yelena movió los dedos encima de la mesa con impaciencia. No le agradaba estar tan indecisa. Una parte de ella quería levantarse en ese momento y acercarse al hombre que estaba comiendo algo en la mesa del rincón, mientras que otra parte deseaba huir de allí y perder la pista que le había costado tiempo conseguir.

―¿Todo bien? ―inquirió la camarera al ver que no había terminado de comer todo el contenido del plato.

―Por supuesto ―sonrió la rubia―. Quiero otro vaso de cerveza.

―Enseguida, señorita.

Belova sintió una incomodidad en la pierna cuando se movió en su asiento. La herida de bala que tenía en esa zona ya se estaba curando. En una semana estaría como nueva, eso si lograba mantenerse lejos de las balas. Aprovechó que la camarera volvió a acercarse para pedir la carta de postres.

El hombre al que estaba observando con disimulo recién estaba comenzando a cenar, así que tenía tiempo para tomar una decisión. Bufó por lo bajo. Si no hubiera estado cerca de morir desangrada, no se habría prometido mentalmente el volver a buscar a Barnes para decirle que, en contra de su voluntad, se había enamorado de él. Necesitaba eso, tirarle la bomba y salir huyendo.

Cuando acabó de comer decidió que era tiempo de levantarse. Se acercó al mostrador a pagar su cuenta. Respiró hondo antes de acercarse a la mesa del fondo.

―Disculpa, tu rostro me parece familiar ¿nos conocemos? ―inquirió la mujer.

El hombre se tensó y dudó en responder a la desconocida. Por instinto, miró si ella estaba acompañada de alguien más.

―Lo siento, creo que me confundes con alguien más ―dijo después de observarla de pies a cabeza.

Yelena rodó los ojos. Apartó la silla libre junto al castaño sin llamar la atención de los demás comensales. Él la observó muy sorprendido sin pensar rápidamente en algo que decir.

―Luces algo diferente ―se refirió a la incipiente barba y al tono de cabello más oscuro que las fotografías que había visto en televisión―, pero no soy cualquier mujer y los detalles no se me pasan por alto.

Steve Rogers la observó con desconfianza, intentando descifrar si ella era alguna agente del gobierno que planeaba atraparlo. Sintió algo de alivio de estar solo allí, de esa forma, ningún otro miembro de su equipo caería con él.

―Me estás confundiendo ―volvió a intentar.

Ella negó con la cabeza con una sonrisa cansada en los labios. Su mirada le hizo pensar que no se arriesgaría a armar una escena, por lo que se inclinó un poco en la dirección al supersoldado.

―Eres Steven Grant Rogers ―susurró y regresó a su postura derecha.

Rápidamente, el hombre repasó mentalmente las salidas que tenía ese lugar. La puerta de la entrada principal estaba muy lejos y la segunda salida estaba al lado de la puerta del baño de hombres.

―Escucha, sé que no me conoces, pero necesito información que tienes y a cambio puedo ayudarte en lo que buscas.

―¿Qué crees que estoy buscando? ―inquirió el fugitivo.

―A Natasha Romanoff ―La reacción en el rostro de Rogers la hizo sonreír complacida―. Estoy segura de esto porque seguiste las pistas falsas que dejé para los agentes americanos. Después de la destrucción que dejamos a nuestro paso, era evidente que no pensarían en dejar de buscarla.

―¿Quién eres?

―Yelena Belova.

Estuvo atenta a las expresiones del sujeto.

Recuérdame |Bucklena|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora