poema en verso

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 Al comenzar mi canto,
Ruego á las sacras Musas
Que dejen de Helicón el alto asiento
Para ceñirme en apacible coro.
Yo su divino aliento
Y de sus labios la dulzura imploro;
 Que sobre mis rodillas
Las tablas puse, y á contar me apresto
El gran tumulto y la mayor contienda
Que Marte pudo obrar, para que llegue
Á noticia de todos los mortales.
Canto la cruda guerra
Que á las ranas llevaron los ratones,
Emulando en valor y árduas acciones
Á los Gigantes que parió la Tierra.
De empresa tan sonada

Una edad á otra edad dejó informada
Y según desde lejos y fielmente
De los hombres se guarda en la memoria,
Tal fué el origen de tan grande historia.

 Su barba delicada
Un ratón sitibundo cierto día
En el vecino estanque sumergía.
Del peligro del gato ya seguro,
Con el fresco licor, copioso y puro
El ardor de su sed satisfacia.

 Por entre las flotantes
Y destejidas ovas, una rana
Que por sus cantos y variados tonos
Es del agua el amor y regocijo,
El rostro asoma; cércase á la orilla
Y dirige al ratón, que la oye atento,
Este grave y cortés razonamiento:
 «¡Hola! huésped amigo: ¿Tú quién eres?
Á esta margen, ¿de dónde eres venido?
Tus padres, ¿quiénes son? ¿dónde has nacido?
Háblame con verdad y con lisura,
Que si eres por ventura
De mi fiel amistad digno sujeto,
Por tus prendas y sangre señalada
Mi amistad te prometo
Trayéndote conmigo á mi morada.

Muchos aquí tendrás, bellos presentes:
Que yo soy Fisignato;
En este vasto imperio soy quien usa
Nombre y mando de rey,
Quien todas estas ranas acaudilla;
Mi padre fué Peléo, Hydromedusa
Dióme á luz del Erídano en la orilla.
Mas, ¡ay, noble extranjero!
Asombrado también te considero.
Eres asaz garrido,
De miembros bien fornido
Y en las lides serás osado y fiero.
Rey sin duda eres tú: rey me pareces
Que el aureo cetro empuñas arrogante.
Rompe el silencio pues: dime al instante
Á qué ilustre familia perteneces.»

 «Extraña es la pregunta»
El huésped le responde.
«¿Mi origen tú no sabes
Siendo de todo el mundo tan sabido?
Por dioses y por hombres conocido
Y por las mismas voladoras aves.
Sijárpas es mi nombre; el generoso
Trojártas es mi padre;
Pernotracto, monarca poderoso,
Engendró á Licomyl, y ésta es mi madre.
En tugurio nacido

Noble, bien proveído,
Yo vivo en el regalo y la abundancia;
Con el higo, la nuez y otros melindres
Acariciaron mi dichosa infancia.
Mas ¿posible será que á entrambos una
La amistad con sus lazos fraternales,
Cuando naturaleza
Hános criado en todo desiguales?
Mientras vives gozoso
En las aguas, tu plácido elemento,
Yo comparto dichoso
Con el hombre, la casa y el sustento.
Mira: pan exquisito
Redonda cesta ofrece á mi apetito.
Nunca á mis linces ojos
El hígado se esconde
De sus blancas telillas rodeado,
Ni falta en mi despensa
Queso recién traído de la prensa,
De suavísima leche fabricado.
De pernil con tajadas sustanciosas
Yo alimento mi vientre cada día,
Y con tortas sabrosas
Bien cubiertas de miel y de alegría.
Y en mis armarios sobran
Las dulces confituras
Que adornan los banquetes celestiales,
Y aquellas tan buscadas

Viandas regaladas
Que comen acá bajo los mortales,
Con varios condimentos sazonadas.
La guerra es mi placer; nunca medroso
Esquivé yo la lid: que en percibiendo
El ruido de las armas, furibundo
Parto, y con mis amigos me confundo,
En las primeras filas combatiendo.
Y aunque es de gran poder y gran fachada,
Tampoco al hombre temo.
Al irme á descansar, en el extremo
De un dedillo del pie le clavo el diente;
Pero tan suavemente
Que pasa aquel roer inadvertido:
Yo prosigo á mi techo,
Y él prosigue en su lecho,
Durmiendo á pierna suelta, bien dormido.
No negaré que el cepo
Háme dado algún susto,
Y algún grave disgusto:
Ese cepo maldito
Donde en celada están hados traidores
Y que ha costado ya tantos clamores.
El gabilán y el gato
Miedo también me infuden:
El gato sobre todo, animal fiero,
Que al verme penetrar en mi guarida,
Asáltame, y no aparta ya en su vida

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