Epilogo

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No hay peor dolor que ver el amor de tu vida casarse con otra. 

Gabriel se mantiene en mi departamento vigilando que no huya. Lo peor es que ni siquiera me habla, solo se dedica a hablar por teléfono y estar con nuestro hijo.

Una mujer vino a tomar mis medidas, aunque había bajado un poco mi estómago, aunque tenía una pequeña barriga. La mujer que ni siquiera me interesó saber su nombre tomó mis medidas y hablaba en secreto con Gabriel que solo me miraba con molestia, luego se fue, fuimos juntos a registrar al pequeño Nicolas con el apellido de su padre, no pude negarme aunque quisiera. En este momento temía de Gabriel.

Al llegar a casa me encerré a llorar en el baño, tenía rabia pero especialmente me dolía su actitud y más en saber que mañana lo iba a perder.

Muchas veces Gabriel y yo hablamos sobre cómo sería nuestro matrimonio. Claro que nos imaginábamos con otras parejas, él me describía lo que quería y yo le describía la miá. Siempre decíamos que el que se casara con alguno de nosotros debía casarse con el otro.

La verdad es que siempre pensé que yo sería la primera en casarme y Gabriel decía que él me entregaría al altar. Bromeábamos de que el soltero debía emborracharse y arruinar la fiesta. Suspiro y de nuevo siento ese nudo en mi pecho.

Gabriel conoció a Vanessa en la empresa que trabajaba antes, ella es la hija mimada del que era su jefe. De inmediato ella hizo de todo por llamar su atención y al poco tiempo empezaron a salir. Ella y yo tuvimos varios encuentros, uno que otro se salió de control y terminamos cogidas del pelo, pero siempre era yo la que le terminaba dando una paliza.

Ella siempre fue posesiva con Gabriel, quería que él hiciera todo lo que ella quería. Muchas veces él lo hizo, pero ella jamás logró hacer que nuestra amistad se desintegrara. 

Una vez estaba en un restaurante y la mesera le sonrió a Gabriel, de inmediato Vanessa le hizo un escándalo a la pobre mesera que terminó siendo echada de su trabajo. Al otro día Gabriel la buscó y le encontró un mejor trabajo en una oficina. 

Mi amigo siempre ha tenido un gran corazón, sé que él jamás me quitaría a mi hijo pero sé que me haría mi vida a cuadros si no aceptaba ir a esa estúpida boda.

Me siento nerviosa, ha llegado el día de la boda de mi mejor amigo. Quiero huir, quiero salir corriendo pero no puedo hacerlo. Gabriel me recoge temprano en la mañana, se ha cortado el cabello y ha quitado su barba. Luce más atractivo.

Llegamos a casa de sus padres, observo varias personas ir y venir de un lado a otro. Al parecer la boda es en el jardín.

-Vamos- Gabriel saca la silla de bebé y camina hacia la casa. 

Me quedo un momento observando la casa de los padres de Gabriel, es bien grande y su jardín es hermoso, siempre quise celebrar mi boda acá. Suspiro sintiéndome cada vez más pequeña.

No he visto a Lumilda ni a Raúl desde que salieron de mi casa. Sé que están molestos conmigo y me duele porque ellos son los más cercanos a unos padres. De nuevo esa nostalgia se instala en mi corazón, he aprendido a vivir sin mis padres, los perdí hace mucho y me duele aún su ausencia. 

Entro a la casa y sigo caminando hasta salir al jardín y ver la decoración.

-¿Perro que?- Me detengo al ver todo perfectamente decorado como la boda de mis sueños.

-¿Te gusta?- Gabriel llega a mi lado y yo lo miro con rabia.

-¡Como pudiste robarme mi boda!- Empiezo a golpear su pecho mientras mis lágrimas se deslizan por mis mejillas.

Un  bello secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora