¿Como es que era posible? Esto estaba claramente mal, no solo por el hecho de sentir un escalofrió, de algo similar al placer, pero con un claro miedo de por medio, por mi espalda donde el pasaba sus frías manos. No estaba completamente segura de que, si ese olor tan exquisito era una cara y lujosa colonia, o era su olor natural el que hacía que mi cabeza diera vueltas. Por más que tratara con todas mis fuerzas el pelear contra el instinto animal que lentamente comenzaba a palpitar entre mis piernas, poco a poco mi razonamiento era simplemente opacado por una enorme neblina de lujuria.
Dentro de lo que mi instinto me decía y mis ojos percibían, el hombre de cabellos rosados y manchas como de un leopardo: era atractivo. No sabía que parte de él era la que más ardía mientras tocaba mi cuerpo; sus labios de negro que manchaban vulgarmente los míos, o aquellas manos con dedos tan fríos como carámbanos de hielo que poco a poco comenzaban a subir por la fina tela de un uniforme escolar que era demasiado caro para el presupuesto de mis padres.
Con la poca racionalidad que me quedaba en la cabeza trate de alejarlo poco a poco, mientras murmuraba una súplica al sentir como este mordía mi labio sin querer dejarme ir. - Po-por favor, te lo suplico, basta. - Pero aquella sonrisa tan altanera no solo me había indicado que no me dejaría ir, sino que se divertiría conmigo a pesar de mi débil suplica.
- A ustedes les termina doliendo, inevitablemente, si es que no se les atiende como es debido ¿No es asi? - Y acercando su boca a mi oído, comenzó a decir unas palabras con suavidad, mientras lo cálido de su aliento lograba ponerme aún más inquieta de lo que ya estaba. - Lo sientes ¿Verdad? Como tú interior se apretaba y sucumbida ante aquellas venenosas y dulces palabras, como ese ardor infernal hacen que derrames esas lágrimas de tus hermosos ojos. - Sentía como mis entrañas se apretujaban y estremecían mientras poco a poco lograba desabrochar los botones de mi uniforme con su mano izquierda y apretaba levemente mi trasero con la derecha si trataba de alejarme mucho. - Oh, pequeña y dulce omega, yo solo soy un amable alfa que quiere ayudarte. Tranquila. . . - Dijo, colocando su fría mano debajo de mi falda, no solo aligándome a saltar por la repentina acción, sino también a clavar mis uñas en su espalda a consecuencia de esto.
No creo que le haya gustado, porque lo siguiente que mi mente abrumada por una lujuria venenosa había notado, es que este hombre de ojos tan verdes como un prado en primavera me estaba mirando fijamente, casi con una mirada de ternura mientras literalmente me arrancaba la ropa.
Cubrí mi cuerpo con desesperación, tratando de que no viera aquella ropa interior con dibujitos de elefante y ratoncitos que mi padre me había comprado. Sentía vergüenza y colera, no quería que me viera de esa manera, jamás, no quería que la mi primera vez sea así de forzada, tan antinatural y en contra de mi voluntad razonable. Siento vergüenza, colera, algo aún más doloroso que ese constante palpitar que siente que enredan mis intestinos y que me hacen sentir fuego dentro de ellos anhelantes y aterrados por lo que vaya a suceder.
Y de pronto con una delicadeza casi inimaginable en un momento así, el aporta con delicadeza mis brazos para comenzar a limpiar las lágrimas que caían por mis mejillas. Una parte de mi se había sentido aliviada, pensé que aquel hombre que estaba abuzando de mi pronto recapacitaría y me dejaría ir, pero, aquella mirada verde estaba llena de ira. Sentía como sus ojos quemaban y perforaban cada parte de mi alma haciéndome sentir más pequeña de lo que era en su comparación.
- Maldición. - Casi escupió ese murmuro mientras mantenía sus ojos fijamente en los míos y poco a poco comenzaba a acercar su rostro a pocos centímetros del mío, tan cerca, que podía sentir su cálido aliento en la punta de mi nariz. - No puedo hacerlo si te comportas de esa manera, cielos, y eso que eres igual que ese bastardo físicamente. Odio que te parezcas tanto a Bruno, eres una cobarde. - Y tras decir aquellas palabras se retiró de su posición para simplemente sentarse en el lugar que yo estaba recostada. Pero, nuevamente me tomo por la guardia completamente baja, tomándome de la cintura, logro levantarme con una facilidad que era casi sorprendente, y estaría sorprendida si no fuera por el hecho de que me coloco sobre sus piernas, ahora, sintiendo su pesada respiración en mi nuca, logrando nuevamente, que unas corrientes de electricidad punzante y lasciva me recorriera desde mi palpitante y necesitado sexo hasta el cabello más pequeño e insignificante de mi cuerpo.
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La tentación del diablo
CasualeEl diablo es dulce y tentativo. Siendo por mucho menor que él, debía mantenerse en secreto ese amor retorcido. Tal vez la escuela, tus padres o incluso el hecho de que sea el padre de tu mejor amiga sea de quien estamos hablando, te lo pongan difíc...