Y nuevamente mi mano se encontraba alzada junto a las demás, que tratábamos de contestar a la cuestión que nuestro profesor de filosofía nos había lanzado. Giorno, que estaba sentido a mi costado derecho, se levantó mientras comenzaba a recitar una respuesta que parecia haber sido estudiada al derecho y al revés mucho antes de siquiera haber formulado la pregunta. Me regalo una dulce sonrisa en cuanto vio mi mirada posarse en la suya, y con una elegancia natural, volvió a sentarse en su haciendo mientras seguía mirando el libro de texto que tenía sobre el pupitre.
Había pasado ya varias semanas del inicio de clases, y contrario a lo que especule en un principio, realmente me la había estado pasando muy bien junto a mis nuevos dos amigos. Bueno, uno, Trish había estado faltando a lo largo de la semana por culpa de un espantoso resfriado que la había tomado por sorpresa. Si bien nos dijo que no nos preocupáramos por ella, me angustiaba el que se estuviera atrasando tanto en sus clases, más a principio de año. Pasar las cosas y explicarlas brevemente a trasvés del teléfono de línea no parecia realmente muy bueno para ella, sus desempeño académico podría verse seria mente afectado.
Sacándome de mis pensamientos, Giorno golpeteo mi pierna con levedad, el profesor Nero me había estado llamando. – Lamento que mi clase no sea tan interesante, señorita Abbacchio. – Sentí como mis mejillas se sonrojaban en cuanto escuche las burlas divertidas de mis compañeros mientras murmullos maliciosos comenzaban a resonar dentro de toda la habitación. El profesor me miraba expectante a una respuesta de mi parte con una de sus cejas alzadas, esos ojos rojos con negro se clavaba en mi figura haciéndome palidecer un poco, pero si algo me había enseñado el mal temperamento de papá, es que no debía verme pequeña en ningún momento.
Me levante con la cabeza en alto mientras comenzaba a dar mi opinión sobre el tema que hoy estábamos tratando, el Alfismo toxico, y como este había estado creando una mentalidad dañina en los jóvenes alfas que sentían que no podían lograr superar las expectativas de sus padres, hambrientos por una relación más cariñosa que no se les tenia permitido pues eso no era de Alfas "fuertes" o "dignos" de serlo, que debían estar avergonzados de mostrar cariño a otros de su propia clase y abstenerse a demostrar amor a su propia familia, el deber aguantar todo el dolor y sufrimiento para no parecer débil, entre otras cosas más.
Los murmullos de la clase se habían detenido mientras teníamos un serio debate sobre mi punto de vista, analizando en si la escuela y la latente carencia de omegas en esta. En todo el rato que el debate continuo, me había olvidado por completo el sentarme de nuevo, después de todo sentía que, ahora que tenía la atención del resto de una forma positiva, no les importaría escuchar lo que tenía que decir.
La clase de filosofía había terminado muchísimo más rápido de lo que creí posible, haciéndome sentir un poco perdida ante el horario escolar. Giorno compartió una sonrisa conmigo mientras comenzaba a tomar sus cosas dirigiéndose a la siguiente clase. – Un momento. – La voz del profesor nos había sorprendido a todos, normalmente se quedaba callado mirando algún papel en su escritorio mientras que el resto nos despedíamos de él en voz baja. Realmente creo que no fui la única que sintió su corazón encogerse en cuanto poso sus ojos sobre todos nosotros, este hombre tenía una especia de aura atemorizante de por sí sola, y no creo que el ser una omega tenga nada que ver, después de todo, podía escuchar la rápida respiración de algunos de mis compañeros que se miraban nerviosos los unos a los otros, parece que el señor Nero sabe cómo imponer orden en el ambiente sin problema. – Mañana formaran grupos de tres para un trabajo importante. Elijan bien, serán sus compañeros por el resto del año. – Rápidamente mis ojos encontraron el brillo azul verdosos de los ojos de mi amigo, quien volvía a regalarme una de sus cálidas sonrisas, ambos sabíamos a la perfección con quien haríamos ese trabajo. – Antes que lo olvide, Abbacchio, quédate. Voy a hablar contigo, el resto pueden irse. – Mis ojos se abrieron de par en par en cuanto escuche eso, y algo temeroso comencé a acercarme al escritorio de mi profesor mientras el resto de mis compañeros comenzaban a susurrar cosas. Gio me hizo una seña con su mano mientras tomaba mi bolso, diciéndome con sus labios que me esperaría en el aula de química.
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La tentación del diablo
AcakEl diablo es dulce y tentativo. Siendo por mucho menor que él, debía mantenerse en secreto ese amor retorcido. Tal vez la escuela, tus padres o incluso el hecho de que sea el padre de tu mejor amiga sea de quien estamos hablando, te lo pongan difíc...