Capítulo 1. El mundo perfecto

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En un futuro muy, muy lejano, en el planeta donde los seres humanos surgieron como especie, en una época donde la tecnología no era muy distinta a la de ahora, la humanidad, por fin se encontraba en la cima de la prosperidad y la paz mundial; algo que nunca se había alcanzado en ésta época, tan llena de guerras y conflictos.

Hoy en día, se veía muy lejos aquel momento donde las naciones no conspirasen unas contra otras, donde el hombre no matara al hombre, donde la tierra no castigara a sus hijos por tan mal trato que le daban a su hogar; sin embargo la época donde nos situamos, después de la era Ducibus (la era del liderazgo) transcurrían mil quinientos años de paz y prosperidad para el mundo. 

¡Maravilloso! Era maravilloso.

En las grandes ciudades como lo es Milos, capital del ahora orgulloso país de Mexkico, los millonarios y los empresarios festejan ¡excéntricos y con orgullo! cada uno de sus logros. Brindaban alegres junto a sus hermanos, los ¨líderes mundiales¨ pues ellos a través de tratados, convenios y demás cosas que solo los políticos entienden; aseguraban que no hubiera ningún conflicto entre reinos y naciones, otorgando un comercio basto y próspero que beneficiaba a todos.

Ningún conflicto bélico o de otra clase era permitido. Todo se resolvía a través de una sola arma, el  diálogo, lo cual era ¡un gran cambio para la humanidad! ¡Casi es como un chiste hablar del pasado desastroso de los seres humanos! La clase media y la clase alta gozaban de total plenitud en sus vidas, había estabilidad y en cierta forma, conformidad pues no faltaba nada.

Era, en resumen, un buen futuro para la humanidad después de tantos desastres provocados por la codicia e ignorancia de los más poderosos entre su especie, era bueno. 

¡Pero claro! no todo es color de rosa, como siempre el ser humano no puede alcanzar su ansiada "Paz" su tranquilidad, al menos no todos. 

La clase baja se llevaba lo peor. 

Claro la clase baja incluso en este mundo tan perfecto tenía que existir, pues los primeros "dioses" consideraban que siempre debían de existir aquellos desafortunados de entre los mortales. 

Esta clase "baja" era conocida como dieser, que en nuestro presente vendría siendo el sinónimo de esclavo, estos hombres y mujeres estaban  destinados a servir en calidad de esclavos en un lugar al que le llamaban "El triángulo" isla gobernada por cada uno de los altos mandos de todos los países y reinos existentes, isla que representaba la unión entre todos.

Los dieserner, en plural, eran tomados como otra raza, más no como inferiores. La clase media y la clase alta consideraban que cada quién tenía su lugar; los dieserner en este caso  nacían para servir desde niños siendo adoctrinados y deslindados de sentimientos y emociones, carentes de ideas y de conocimientos no más allá de su trabajo, siendo totalmente dependientes de sus líderes para tomar otras decisiones. Así pasaban los años, sin que alguno cuestionara  nada. 

Por esto casi todos los estratos superiores y medios les tenían un gran respeto, sabían que sin los dieserner la mayor fuente de poder en el mundo caería en caos.  Así que se apreciaba el "sacrificio" de mente, cuerpo y vida de los dieserner. 

Ante tanto desarrollo intelectual, científico y tecnológico, existía un vacío en aquel mundo, algunas personas sentían algo extraño, la sensación de que faltaba algo, algo que era parte de la naturaleza humana. Pocos sabían que era lo que le faltaba. Tristemente no era algo que se considerase "bueno" ni en esta época, ni en aquella, ni en ninguna.

Esta historia empezó mucho antes de que aquel mundo surgiera, pero culminó en lo que ahora voy a contarles.

En Mexkico,  entre aquellos empresarios asquerosamente ricos que se pudrían en dinero y poder, se encontraba un caso extraño pero sin duda impresionante aún para aquel futuro, pues fué producto de la desesperación. 

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