❛ Musa ❜ ღYoonMinღ

Serendipia

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YoonGi se miraba al espejo una vez más. Debía verse impecable antes de tener su primera cita con JiMin.

Miró el reloj por última vez y tomó el pequeño dibujo que le daría de regalo cuándo se vieran.

Era un cuadro de patitos.

Elegantes.

Hermosos.

En dónde resaltaba un pequeño patito blanco, delicado. 

Ese, el que le recordaba a él.

Lo firmó.

"Espero que tengamos otra cita"

-Suga.

Salió a paso rápido desde su casa. Con su mochila al hombro llena de comida y una manta, junto con una pequeña cajita en dónde llevaba sus materiales de siempre.

Una croquera.

Un carboncillo.

Sentía que su corazón no cabía de emoción dentro de su pecho. Sonrió emocionado.

—JiMinie—alzó su mano para ser reconocido.—¿Llevas mucho tiempo aquí?—Se dió el tiempo para observarlo.

Llevaba una linda y larga polera con rayas blancas y negras, junto a un tierno tapado de polar color pastel azul bebé. Los jeans le quedaban a la perfección y las zapatillas no podían ser más adorables. YoonGi sintió que se derretía de amor.

Era hermoso.

Era perfecto.

—No hyung, realmente acabo de llegar—Sonrió nervioso.—¿Dónde iremos YoonGi hyung?—preguntó esbozando una sonrisa.

—Es una sorpresa JiMinie—YoonGi se hizo el desentendido—Vamos antes de qué se nos haga más tarde—YoonGi le extendió su pálida mano.

—Vamos YoonGi hyung—JiMin habló bajito—¡Estoy emocionado!—dió pequeños saltitos.

YoonGi se sintió desfallecer ante tal acto.

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—¡YoonGi Hyung! ¡Eres terrible!—JiMin se sostenía el estómago mientras reía a carcajadas tirando su rosada cabeza hacía atrás.

—¡Yaaah JiMinie!—YoonGi habló—¡Era un niño ya no te sigas riendo!—hizo un falso puchero.

—¡Es qué no me lo creo!—JiMin exclamó aún con más risa—¿Cómo le pudiste decir a la niña que le gustabas qué se fuera de tu escuela?

—¡Tenía como ocho años!—YoonGi se excusó—Ya no te sigas riendo, te va a doler el estómago—espetó.

YoonGi lo observó mientras reía. Estaba casi seguro que no podía ver nada.

Era tan natural.

Precioso.

Sentía que moriría de amor.

Sus grandes y largos ojitos cerrados en una sola línea, sus carnosos labios estirados en una sonrisa. Su nariz arrugada intentando recoger la mayor cantidad de oxígeno posible. Sus blancos dientes y rosadas encías expuestas. Era una belleza.

Su risa era música para sus oídos. 

Suave.

Delicada.

Simplemente era magnifico. 

JiMin era magnifico. Casi irreal. 

El sonido del mar les hacía compañía, a pesar de ser invierno, el día estaba completamente despejado. Casi como si el destino lo hubiera querido así. 

JiMin comía alegremente el sushi que el mayor había preparado esa mañana para compartir con él. Tenía más cualidades que ser un buen pintor y le demostraría cada una de ellas a su pequeña musa. 

 —¡Edto edta muy dico DoonDi dyund!—JiMin movía sus mejillas rápido, casi pareciendo una ardillita.

—Los cociné esta mañana—YoonGi le observó.—Oh, pequeño, tienes un arroz aquí—se acercó para quitarle el arroz de la comisura de su labio. 

Se acercó demasiado. Su mano temblorosa se acercó a su suave rostro y le acarició la mejilla con su pulgar. 

JiMin tembló ante el tacto. 

YoonGi sintió que moriría. 

Sus miradas se juntaron. Casi cortando el espacio que se interponía entre los dos.

Hermoso.

Delicado.

Suave.

Simplemente arte.

JiMin miraba fijamente los labios de YoonGi, incitandole a besarle.

Lo quería.

Lo querían.

YoonGi podía sentir la respiración del menor cerca.

Húmeda.

Caliente.

Y simplemente juntó sus labios con los de él. Era un beso suave.

Casi como una promesa.

Una promesa de amor.

Una promesa de amor sellada por la madre mar.

Los labios de JiMin nisiquiera eran algo cerca a como su mente los podía llegar a imaginar cada vez que los dibujaba.

Eran tocar el cielo.

Su paraíso terrenal.

La vida misma.

El beso era suave, sin apuros, sin trabas. Un beso hermoso.

Esa noche YoonGi logró uno de sus mejores trabajos. Casi real. Perfecto.

Pero no tanto como JiMin.

El amor era arte.

Y JiMin se lo entregaba sólo con un suspiro.

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