Héroes.

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París se apaga.

Los ojos del lago, brillantes, críticos y solitarios reflejan la segunda luna, la segunda torre. Las sombras de perfidia reptan por las calles de mi ciudad y dibujan sonrisas sobre el pavimento. Como si no hubiéramos tenido ya noches así. No dormimos; los héroes no duermen. Bajo el pabilo de la lámpara, velamos por la seguridad de nuestra gente.

Puedo escuchar el canto desde la tercera calle, y sus vitoreos despiertan a los perros, quienes se le unen en un coro intrincado de notas irregulares. La silueta tiene plumas por pies, linternas por ojos y una voz vivaracha que va en crescendo una vez me atisba esperándole con los brazos en jarras.

Su voz es como el gorjeo de un pajarito, cálido y dulce, tan dulce. En especial cuando dice mi nombre. El nombre de la chica ataviada en rojo con lunares oscuros, aquella de ojos azules, valientes y seguros que pueden hacer cualquier cosa, escondiendo una faceta más simple y dulzona.

Mi mano se aparta con presteza y celeridad de los labios fruncidos del gato, porque he anticipado su gesto coqueto y él sabe tan bien como yo que nunca recibo semejantes demostraciones de afecto con simpatía.

—¿Todo en orden?

—Así es, milady —contesta con un juguetón efluvio distraído. Puedo escuchar el cuero de su traje crepitar con el estirón de sus brazos por encima de su cabeza—. Creo que nos iremos temprano hoy, ¿no te parece?

Tenso los labios y entorno los ojos, que vigilan, escrutan las sombras, pasillos y los alargados brazos de los árboles. Mis oídos penetran el viento con su canto de nanas de media noche. La tranquilidad, por algún motivo, inquieta mi corazón.

—¿Milady?

Propongo una última ronda en un intento inane de aliviar mi tensión. Me conozco lo suficiente como para anticipar que dormiré —si es que logro dormir— con una inquietud rasgando mi estómago desde dentro, con dedos raquíticos y fríos, sembrando una vez más la semilla del miedo en mi interior de que algo pueda ocurrir mientras me encuentre dormida. ¡Ser una heroína es más crudo de lo muchos pudimos vaticinar! Y Chat Noir y yo hemos vivido con esa carga durante seis meses.

—Perrrrfecto, milady —ronronea a mi oído, y yo me sacudo en mi sitio antes de retroceder un paso, ceñuda—. ¿Qué te parece si este último patrullaje lo damos juntos? —propone, el muy pillo, con las garras directo a lo que, estoy segura, ve como una presa fácil.

—Buen intento, gatito. Ten buenas noches —y con el amago de una sonrisa me despido, dando un salto imposible, tan imposible como la fuerza ridícula de mis piernas a la que ya me he acostumbrado.

Cuando salto por los silenciosos y lastimeros edificios de París y el canto de las cigarras me espera en cada esquina, cuando el aire frío pega a mi cara y deja mis mejillas heladas, analizo una y otra vez el misterio de estos miraculous que llegaron a nuestras manos inexplicablemente. No fue para jugar a los héroes como alguna vez comentó Chat Noir. Existe algo más, puedo sentirlo, y temo que su fuerza nos subyugue.

Se rasga el silencio, y es tan sutil, como alas de mariposa. Volviéndome bruscamente hacia el sonido, creo ver una pequeña mancha fundirse con la oscuridad de la noche.

Aquello fue sólo el comienzo del verdadero significado de ser héroes.

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⏰ Última actualización: Apr 29, 2020 ⏰

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