Insidente entre escobas

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Nuevamente me encontraba sentado junto a Ron en el Gran Comedor escuchando sus historia, la verdad es que no podía hacer otra cosa más que sorprenderme de lo rápido que podía hablar mi pelirrojo nuevo amigo con la boca llena de comida. Me gustaba mucho escuchar sus historias y aprender del nuevo mundo que recién a mis 11 años comenzaba a formar parte. Realmente todo me resultaba maravilloso y divertido, todo era sorprendente y estaba muy lejos de lo que alguna vez pude fantasear dentro de mi armario en la casa de mis tíos. Pues ni en mis mas locos sueños esperé llegar a Hogwarts, y mucho menos enterarme en el tren camino al mismo que era una "celebridad" en ese mundo, o que me considerarán un héroe. No malinterpreten, no me siento un héroe, no es agradable el hecho de ser una celebridad gracias a que tus padres murieron y tu sobreviviste. Preferiría en gran medida que ellos estuvieran vivos y no ser más que un chico común. Además toda la atención que tengo constantemente sobre mi empieza a molestarme, todos me hablan y observan expectantes y emocionados. Incluso comienza a ser dificultoso ver a la gente a la cara. Me incómoda en gran medida...

Siento que ya perdí demaciado del relato que mi amigo me cuenta tan emocionado, pero creo que ya desayune suficiente y estoy ya muy cansado de los murmullos de los estudiantes. Por lo tanto decido que la mejor opción es levantarme y emprender camino a clases. Pero cuando estoy dispuesto a pararme choco con el mismo muchacho de esta mañana, el muchacho asiático de cabello castaño y ojos color miel muy grandes para ser oriental. Escucho como se disculpa suavemente en un inglés un tanto duro al mismo tiempo que me percató de la muchacha que lo acompaña. Ella es más pequeña que el, también su cabello es castaño y sus ojos son grandes de un verde intenso que refleja mil emociones. La veo sonreír con alegría sincera, sin una pista de interés particular en mi persona.

No alcanzo a percatarse en que momento se alejan tranquilamente hablando, pero la sensación de naturalidad aún perdura en mi pecho cuando los veo salir del Gran Salón.

-Harry, ¿estas bien? - La pregunta de Ron logra que despierte de mi aturdimiento.

-¡si! - Respondo un poco sobresaltado- es solo que...

Mi mente empieza a divagar sin sentido alguno. Tal vez era mi impresión, pero para ellos no paresia significar más que el resto de los alumnos. Como si no supieran quien soy, y aunque irónicamente para los demás esos sería como un insulto, para mi es tremendamente reconfortante; incluso si supieran quien soy pero no les importará, seguiría siendo positivo, y agradable.

-¿Que...?- nuevamente la voz de Ron me trae a la realidad.

- Pensaba que estamos por llegar tarde a la clase de posiones . Tenemos que apurados.

Y como si hubiera dicho las palabras mágicas mi pelirrojo amigo prácticamente corrió por los pasillos camino a las mazmorras y a nuestra primera clase del día. Me costó bastante mantenerle el paso mientras lo escuchaba refunfuñar por no haberle avisado antes, pero sin más logramos llegar a clases antes de Snape llegara y nos regañase.

Nos sentamos en los primeros asientos que encontramos libres, pero al llegar tarde no había espacio para dos en un mismo lugar, a lo cual terminamos sentándose por separado. No le preste atención a mi compañero de mesada hasta que recupere mi ritmo cardíaco normal, sin embargo grande fue mi sorpresa al encontrarme al muchacho de antes, y por un momento me percaté del detalle de su uniforme, estábamos en la misma casa.

Quería reírme de mi mismo por no percatarse de ello, pero Snape no me dio tiempo. Llegó tan petulante como siempre a dar una clase tediosa de los principios básicos de las posiones, nunca creí que una materia mágica fuera más aburrida que la historia, pero aquí encontraba como incluso en esto este nuevo mundo me sorprendía.

A la mitad de la clase, mi poca concentración se vio atraída por en bufido frustrado de mi compañero de banco. No me hizo falta más que observar la dirección de su mirada para ver como la chica de antes en el Gran Salón me había sonreír, ahora reía sutilmente ante un comentario murmurando suavemente por un muchacho de la casa de la serpiente. El joven era de cabello Negro como el mio, aunque para nada rebelde, más bien pulcro, también usaba gafas redondas como las mías pero no llegaba a distinguir sus ojos a la distancia.

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