Prólogo

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La noche está fría, el canto de los búhos y la oscuridad le dan una pinta de película de terror que encaja perfectamente con la situación, una grande y espesa neblina abraza cada rincón del gran bosque haciendo que movilizarse, o simplemente ver en él sea casi imposible.

Paso mis manos por mis brazos en un intento de darme calor, mientras tanto trato de no perder de vista a la chica con traje de monja que corre en zig zag por el bosque. Aunque ni siquiera gasto mi tiempo en perseguirla, al fin y al cabo no era necesario. La veo caer y no puedo evitar sonreír de lado. —¡Gracias! —Susurro para mí misma cuando oigo su desgarrador quejido hacer eco entre los árboles.

Me acerco a ella lentamente mientras canto una canción de cuna que me cantaba mi madre cuando yo era una niña.

El sol baja, por el prado

La luna sube, para soñar

Busca el lugar, para seguir

Dentro del bosque debes vivir.

Me detengo cuando estoy frente a ella. Rubia, ojos negros, no había visto un importante detalle: Ella lloraba desconsoladamente tirada sobre la tierra, mientras intentaba detener la sangre que salía de su pierna. Había caído en una de las trampas para osos que puse días atrás.

Le sonreí al notar su mirada de odio puesta en mí —¿Qué te hice? —Me grita. La ignoro y me pongo en cuclillas para inspeccionarla mejor. —¡Respóndeme! —vuelve a gritar y ruedo los ojos.

—¿Por qué siempre debe haber una razón para todo? —Mi tono de voz suave y tranquilo pareció calmarla por unos instantes. Aparentemente el hecho de que su atacante tenga una voz suave la alivia un poco. Cuando parece estar hipnotizada por mi voz, aprovecho para tomar el cuchillo de la parte trasera de mi pantalón y empuñarlo con fuerza en mi mano. Sin que ella lo note, claro está. —Bien, creo que lo justo es que sepas la razón por la cual he decido matarte...—Quito un mechón de su cara mientras la miro fijamente. Su rostro pasa de ser tranquilo a uno alarmado en cuestión de segundos, pero a pesar de eso no despega sus ojos de los míos, así que decido decirle la verdad. —Por diversión. —Suelto, y en un rápido movimiento paso mi cuchillo por su cuello, degollándola al instante. Sus ojos llenos de lágrimas pierden poco a poco su brillo, mientras sus manos intentan tapar la herida de su cuello. —Descansa en paz. —digo en un tono tranquilo cuando veo cómo su respiración se detiene. Me tomo el atrevimiento de arrastrar mi dedo por su herida, mojarlo con su sangre y metérmelo a la boca. El exquisito sabor a hierro es como ambrosía para mi paladar, meto la mayor cantidad de sangre que puedo en un vaso de Starbucks y me dispongo a beberla mientras me alejo del cuerpo.—¡Gracias padre por estos alimentos!—Finjo respeto mientras hago el símbolo de la cruz con mi mano desocupada.

Mi nombre es Venus Fabray, tengo 19 años y me gusta la sangre humana. Sí, cuando lo digo de esa forma suena asquerosamente repulsivo pero... a quien engaño, es asquerosamente repulsivo. La verdad no tengo opción. Es la sangre o morir, y a mi criterio, mi vida es más importante que la de cualquiera de estas personas.

VenusWhere stories live. Discover now