38:『Final』

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No comprendía cómo un simple gesto, unas simples palabras y unos simples ojos harían que mi corazón cambiara tanto sus sentimientos, que se acelerara mi pulso y mis mejillas ardieran. Un beso, un «te amo» y unos tontos ojos me hicieron cambiar todos mis pensamientos y mis sentimientos.

Park Jimin siempre había sido el arrogante de la escuela, el chico que podía tener a la persona que quisiera con una simple sonrisa y nunca fallar, siempre ser el mejor, el más popular. Y yo, que siempre había tenido aquella idea en mente, caí aún así en su juego.

Es cierto, aquel beso pudo haber sido un engaño, aquellas palabras una mentira, y sus ojos una sencilla máscara para que no averiguara la verdad. Pero de todas formas, había caído, porque lo quería y eso era lo que más me dolía al final de cuentas.«Te amo». La voz de Jimin no dejaba de aparecerse en mi cabeza, parecía un disco rayado que me quería hacer una mala jugada.

No podía no irme a Nueva York por unas estúpidas palabras que podían ser una mentira. Estaba borracho, eso debía grabar en mi mente. Sobrio me había explicado que todo había sido una apuesta, no podía creer lo que me decía mientras estaba completamente ebrio. Pegué mi rostro a la almohada y ahogué un grito sobre ella.

Estaba tan enojado, molesto... Quería golpear algo, pero no podía, lamentablemente no tenía la libertad de poder romper todo a mi paso y luego yo pagarlo. Cuando ya pude calmarme un poco dejé de gritar contra la almohada. Estaba en mi cama,a oscuras.

Eran las dos de la mañana si estaba en lo correcto y no podía dejar de pensar en Jimin, eso era verdaderamente irritante: lo quería sacar de mi cabeza, y lo único que lograba era todo lo contrario.

Cerré mis ojos de nuevo, por vigésima vez en toda la noche, e intenté dormir, traté de relajarme y dejar que el sueño me venciera. Sin embargo, el ruido de mi puerta abriéndose me negó esa posibilidad.

Y al abrir mis ojos para reprochar, para gruñir y enfadarme con la persona que no me permitió dormir, no pude hacer más que abrir mi boca y quedarme en silencio absoluto.

Era Jimin.

—Hola —murmuró entrando a la habitación, cabizbajo.

Tragué saliva. ¿Qué hacía él aquí? ¿Por qué había venido? No debía hacerlo, debía estar en su cuarto durmiendo, estaba ebrio, no se suponía que...

—Debo hablar contigo —me dijo cerrando la puerta y sentándose a mi lado.

Agradecí el hecho de que la habitación estuviera a oscuras, porque sinceramente no quería que notase los nervios que tenía de tenerlo ahí frente a mí.

—¿D-de qué? —pregunté estúpidamente.

—De... de la apuesta —respondió, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda.

¿De la apuesta? No, no y mil veces no. No quería escuchar nada sobre eso, no quería saber nada más sobre ese horrible juego que provocó que nos alejáramos. Quizás se quería disculpar, pero tampoco quería escuchar eso. Me iría a Nueva York, si se disculpaba caería, y si yo caía... Maldición, era muy débil para escuchar lo que me tenía que decir.

—No, Jimin, no se me da la gana de hablar de eso
dije fríamente, sintiendo en mi interior un dolor inimaginable.

—Por favor... necesito que me escuches... te necesito, Jungkook... —dijo suavemente, en un tono tan encantador que provocó que mi corazón se acelerara.

Un nudo se formó en mi garganta. No podía responder, no era capaz de hacerlo. Si decía algo lo diría en mi contra, probablemente en cualquier momento le diría que todo estaba olvidado y sería el peor vómito verbal del mundo.

Viviendo Con El Nerd ⑴ «JIKOOK»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora