CAPITULO XXVIII: C O N S E C U E N C I A S

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La luz era demasiado blanca, era cegadora, apenas podía distinguir unas sombras que parecían estar sobre mí, no podía moverme, no sentía mi cuerpo. Apenas pude escuchar un grito de dolor que retumbaba en mi cabeza, un grito de dolor ahogado que provenía de mis propios lamentos.

-Todo estará bien Laurence. Soy la doctora Benetton, sólo quédate conmigo, no te duermas, quédate conmigo, quédate conmigo- Mis ojos nuevamente luchaban por no cerrarse, no podía mantenerlos abiertos, la cabeza me dolía demasiado, sentía una desesperación inmensa, sentía que me faltaba el aire a momentos, no sabía nada, no sabía en donde estaba.

-Hen... Hen...ry...- trataba de hablar, pero las palabras no salían de mi boca.

-Tranquila, no te esfuerces, estamos haciendo todo lo posible por ti y por tu compañero, tranquila-

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Abrí los ojos lentamente, miré mi mano y estaba llena de moretones y cortadas, la cabeza aun me dolía demasiado, miré a mi alrededor y estaba sola en un cuarto, pude reconocer que era el hospital de Charlie, traté de moverme, pero era inútil, aun me dolía todo. –No te esfuerces- dijo una enfermera que apenas entraba al cuarto regalándome una pequeña sonrisa, colocó un poco más de medicamento y revisó mis ojos con una lamparita. –Parece que ya estás estable, trata de descansar un poco más y no hagas esfuerzo, el dolor disminuirá en una media hora más o menos, te aumenté la dosis por indicaciones del doctor Cavill- sonrió nuevamente.

-Enfermera...- dejé salir un pequeño quejido, tratar de hablar también era doloroso – ¿Sabe algo de la otra persona con la que me accidenté? -

-Mmm... no llegó a la misma área que tú, pero puedo preguntar...-

- ¡Por favor! – interrumpí con los ojos cristalizados – Necesito saber...- la enfermera asintió y se fue.

Traté de descansar, pero el dolor era constante, no había disminuido del todo, al menos podía mover un poco más los brazos y los dedos de los pies. No me había dado cuenta que, en una de mis piernas y brazo, tenía una barra de metal atravesada lo cual por un momento me hizo entrar en pánico comenzándome a faltar el aire y haciéndome a llorar.

Dos doctores entraron a mi habitación –Hola Laurence, soy la doctora Benetton y él es mi compañero Connor, venimos a hacerte una revisión general, te estaremos monitoreando constantemente, pronto podrás ver a un familiar- ambos sonrieron, pero no dije nada, ni si quiera intente moverme, tenía sed, estaba muy adolorida, mis ojos no dejaban de derramar lágrimas involuntariamente, el solo roce con la sabana provocaba un dolor horrible e interminable, habían ratos en los que simplemente no podía escuchar nada más que un pequeño sonido chillante y molesto.

Las horas pasaban, no sabía exactamente qué hora era, pero lo que si sabía es que nadie me decía absolutamente nada sobre Henry, no había podido ver a mi madre ni a Clia, ni en el menor de los casos a Charlie.

-Hola Laurence, soy la enfermera de la tarde, traje tu comida, es dieta blanda así que no esperes que sepa muy buena- hizo una mueca y soltó una pequeña risa, agradecía al menos su sinceridad. Levantó con cuidado el respaldo de la cama, traté de levantar los brazos, pero solté un pequeño grito de dolor - ¡Tranquila! Yo te daré la comida, tu aun no puedes hacer eso – mis lágrimas comenzaron a salir a prisa, el llanto era con tanto sentimiento que apenas podía darle un bocado a la comida, la cual, en efecto, sabía insípida y fea. –Pronto verás a tus familiares, no te preocupes- sonrió suavemente tratando de darme calma, pero era casi imposible, no dije nada y traté de seguir comiendo sin vomitar.

Amor En NegaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora