A mis 8 años de edad comenzó mi aventura sexual con este simpático reptil. en realidad ya venía haciendo este tipo de prácticas con la esquina de la mesa o con la almohada de mi cama. Pero esos objetos carecían de algo que yo estaba buscando, humanidad. No digo que un dinosaurio verde con lunares amarillos y cara de que recién tomó pala sea el fiel reflejo de lo humano, o si, no lo se. pero tenía 4 extremidades, bueno 5 contando su cola, y una boca. Con eso bastaba para darle inicio a mis encuentros eróticos con esa popular lagartija. El dino llevaba 3 dias de estadia en mi casa, ya nos habíamos conocido lo suficiente. Agarramos confianza y nuestras sesiones de juego cotidianas pasarias a convertirse en encuentros jurásicosexuales clandestinos. Gauchito el dino, de textura agradable y tamaño ideal, incluso le venía incorporado un bolsillito para guardar la falopa cuando uno lo necesitase, UN GENIO EL DINO! En fin, se marchó de mi vida cuando ya no daba más de lo sucio y maltratado que estaba. Pobre dino, fue una víctima fatal de los más oscuros y bajos deseos del ser humano. O no, mejor dicho, fue víctima de un gordito libidinoso que solo buscaba algo con que frotar su aparato reproductor en desarrollo.