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Mirándola desde el otro lado del bar, lo sabías. Por supuesto, había habido otras señales. En la forma en que no se demoró después del sexo, o en la forma en que se escapó en medio de la noche con una excusa cuando llegó la mañana. Eres solo un marcador de posición, manteniendo el asiento junto a ella caliente hasta que aparezca el siguiente.
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No la culpaste, por supuesto. No eras el de ella. No fue tu culpa, o por falta de intentos. Por algún misterio del destino, ella era para ti, pero tú no eras el indicado para ella. Su caballero con una armadura brillante todavía estaba allí afuera, aún para hacer acto de presencia.
Joder, apenas te habías ido dos minutos para tomar otra ronda de bebidas y ella ya estaba rodeada por un grupo de chicos con la esperanza de llevarla a casa. Ni siquiera sería justo decir que estás celoso porque sabes que ella no lo está haciendo a propósito; ella tenía una de esas almas que te hicieron querer acercarte a ella, saludarla y contarle tus secretos. A veces desearías que hubiera un interruptor que ella pudiera apagar, pero eso estaría mintiendo: eso fue lo que también te atrajo.
Soy como un cuervo en un cable, y ella es la distracción brillante que me hace volar.
—Aquí tienes, amigo.
El cantinero rompió tu línea de pensamiento mientras bajaba la siguiente ronda. Recoges las bebidas y respiras profundamente antes de regresar a ella y a su multitud de pretendientes potenciales. Sabes que su amor no es real, no para ti, pero eso no significa que lo que sientes no sea cierto. Así no se siente.
