Han pasado exactamente dos años desde la última vez que escribí. Fueron muchas veces en las cuales pensé en hacerlo, pues a mi memoria llegaban recuerdos de las pequeñas cosas que pudimos compartir en solo unos cuantos meses e imaginaba cómo plasmar cada detalle en una hoja de papel.
Muchas veces pensé en escribirte, pero más me podía mi orgullo, en algunos casos inclusive pensé en llamarte, pero no estaba seguro que de mi boca salieran las palabras adecuadas; una mezcla equilibrada entre lo que piensa mi mente y siente mi corazón.
En alguna ocasión tuve la remota idea de ir a buscarte, pues conocía el camino para llegar a tu lugar de trabajo, sin embargo, la sola idea de pensar que alguien más ocupaba aquel lugar donde me sentaba por horas al verte trabajar, me impidió hacerlo.
Nuevamente intenté llamarte, pues sabía que el solo hecho de escuchar tu voz, me haría sentir en paz y calmar toda la ansiedad que tenía por no saber de ti, e imaginarme una vez más oírte cantar, pero una vez más, sabía que la tristeza y la nostalgia me invadirían luego de colgar la llamada. Y a la final, lo más valientemente cobarde que hice fue intentar sacarte de mi vida por completo.
Y aquí estoy una vez más, luego de dos largos años, nuevamente pensando en ti, nuevamente recordando los momentos que tuvimos, imaginando que, de alguna manera, tú estás del otro lado, leyendo estas palabras con tu voz, cual poeta enamorado, con el timbre y el tono adecuado. Y me hago una pregunta, una sola pregunta: ¿Estas ahí?
