Sus dedos se dirigieron temblorosos al tablero de madera que dictaba números del cero al nueve y el alfabeto tallados en letras negras con brusquedad; a pesar de que su cerebro se mantenía pidiéndole a gritos que se largara de ahí él hizo caso omiso.
—Esto es... —se dijo pasando suavemente las yemas por el sol que decoraba la parte superior izquierda, exploró las hendiduras en la palabra goodbye y se sintió extrañamente extasiado al sentir la textura áspera de la tabla.
Luego de una lucha interna entre su razón y su curiosidad, decidió acercarse al tablero y comenzó a buscar a tientas en las cercanías lo que había oído se llamaba «puntero» para su suerte –o no– lo encontró semi-enterrado en la tierra a unos pocos centímetros de la tabla. Se arrastró hasta ahí y lo tomó entre sus manos, era un objeto curioso, tal y como se lo habían descrito en el pasado: tenía forma de triángulo y estaba hecho de madera.
¿Cuántas oportunidades como esa tenía para cumplir su fantasía? Siendo sinceros, ninguna.
Recordó rápidamente todo lo que había escuchado hablar de aquel juego siniestro: No jugar solo, no salir sin despedirse, no despegar los dedos del puntero, no jugar en cementerios y mucho menos preguntar cómo vas a morir.
Sonaba sencillo aunque en realidad ya estaba violando una regla y media.
El cementerio estaba justo debajo de ese enorme risco y estaba completamente solo; aun así se repitió que podía ser su única oportunidad en la vida de jugar algo tan tentador.
Colocó el puntero cerca de la letra «G» y trazó una rápida vuelta con este sobre el tablero, tal y como le habían dicho que se hacía.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó, la voz le temblaba, estaba nervioso, no podía darse el lujo de ser encontrado por alguien.
El puntero no se movió en lo absoluto así que repitió la pregunta obteniendo la misma respuesta. Nada.
—¿Hay algún espíritu que desee hablar conmigo? —preguntó finalmente y un viento, fuerte y frío le golpeó el rostro, él tragó saliva no sabiendo cómo interpretar aquello—. ¿Lo hay? —insistió.
El puntero se movió poco a poco al sol, bajó él tenía una única palabra tallada: YES.
Expulsó el aire que no sabía estaba reteniendo y volvió a hablar, está vez con cierto grado de timidez.
—¿Cómo te llamas? —preguntó nuevamente—. J... —leyó inmediatamente— O... N... —a cada letra su corazón se aceleraba más y más— G... D... A... ¡Jongdae! —exclamó entre aliviado y emocionado– Jongdae, ¡hola! ¿Puedes decirme dónde estás?
Está vez el puntero marcó la luna con la palabra «NO» escrita debajo.
Sehun frunció el ceño: —¿Por qué?
El puntero enloqueció y Sehun se mantuvo siguiendo las letras que finalmente formaron un «No sé».
—Oh, ¿quieres decir que tú tampoco lo sabes? —el puntero afirmó dirigiéndose al sol—. Pero, ¿estás bien?, ¿eres feliz? —este afirmó de nuevo, dos veces continuas.
Sehun se mantuvo pensando en su siguiente pregunta un buen rato en silencio, mientras el viento movía su cabello suavemente.
—Si en verdad eres tú... dime ¿por qué moriste? —la flecha enseguida comenzó a señalar letras hasta formar la palabra «peste».
Los ojos de Sehun se abrieron como platos y comenzó a creer en el espíritu.
—¿Algún día estaré contigo?, ¿nos volveremos a ver? —la respuesta tardó en llegar más que las anteriores, pero está vez forma de negación. ¿A qué se refería?. Sehun se sintió dolido por un momento por lo que decidió cambiar de tema.
—¿Sabes que voy a visitarte al cementerio? —el puntero se movió al sol—. Me alegra saber eso Jong —le dijo y enseguida sonrió satisfecho, no todo había sido en vano.
Escuchó como una rama se quebró a sus espaldas justo cuando iba a hablar de nuevo y pegó un brinco haciendo tambalear la tabla.
—¿Escuchaste eso? —preguntó más para su amigo que para tabla, está no se movió—. ¿Alguien me vio salir del cementerio? —preguntó nervioso, se sentía observado; el puntero se puso en marcha de nuevo marcando una respuesta afirmativa, se le erizó la piel y los dedos le temblaron—. ¿Me está viendo justo ahora? —el puntero iba a marcar la luna, pero regreso violentamente al sol. Sehun miró a su alrededor lleno de histeria, pero en ningún momento despegó los dedos del puntero—. ¿Quien?
El oráculo no se movió por un momento y cuando comenzó a hacerlo lo hizo despacio.
-A... —leyó Sehun mientras sentía como su espalda comenzaba a sudar frío—. M... —cada letra le parecía tardar una eternidad aparecer— B... O... S...
El sonido del toque de queda proviniente de la iglesia lo hizo saltar, está vez despegando una mano del puntero.
«No salir después de media noche» pensó como un eco en su cabeza, se sintió mareado.
Volvió a colocar ambas manos en la flecha de madera y anunció en un jadeo: —Jongdae, tengo que irme.
El puntero se dirigio con suavidad a la palabra «Goodbye» y enseguida Sehun notó la falta de una energía que no sabía estaba sintiendo bajó sus dedos.
Despegó las manos del tablero y aún sentado miró al frente, como si algo lo llamara.
La silueta de una mujer cubierta por una larga túnica lo dejo anonado, ella caminó a paso lento y decidido a la orilla del risco, ahí en donde empezaba la caída del agua.
Todo pasó tan rápido ante sus ojos que cuando menos lo espero sus pupilas de contrajeron. Ella se había lanzado a la nada; había presenciado un suicidio.
Corrió en dirección a donde la había visto caer para de ser necesario auxiliarla, podía no estar muerta y solo herida, aunque lo dudaba debido a la altura, cualquiera que cayera de ahí podía darse por muerto.
Hechó un vistazo hacia bajó y no vio nada, no había sangre, no había un cuerpo y no había sonido alguno que no fuera el de agua cayendo. Extendió el cuello con la intención de ver más allá pero repentinamente resbaló.
Cerró los ojos y puso la mente en blanco.
ESTÁS LEYENDO
Grimorio || HunHan
FantasyAlgo extraño sucede en Lauterbrunnen, el pueblo donde la peste negra acaba de azotar con fuerza repentinamente. Algunos pobladores, incluyendo a Oh Sehun han declarado haber visto dos sombras negras de pie en la cascada que conecta al cementerio. ...