Confidencia

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Capítulo 11: Confidencia

Itachi observó con cautela la escena frente a él, en un total mutismo. Mantuvo sus manos en los bolsillos de su abrigo y contempló como la chica que les había atendido apoyaba sus palmas en el mesón, inclinándose con una sonrisa.

No podía creer que aún seguían aquí.

—Lo siento, sucede que ya debemos irnos —declinó Shisui con amabilidad en su voz, causando que casi al instante el gesto de la joven mujer decayera—. ¿No es así? —esta vez le dirigió la palabra a él.

Itachi le miró, con la misma expresión en blanco que había sostenido hasta ahora, sin permitirse alzar las cejas, porque ¿habla en serio? Apostaba a que llevaban acá más de diez minutos por culpa de la joven enfrente de ellos.

—Sí —replicó escueto una vez había apartado la mirada de su amigo, enfocándola en la mujer, quien arrugó ligeramente las facciones de su cara en disgusto; aunque Itachi lo había percibido claramente—. ¿podrías darnos el cambio? —su voz era baja pero demandante.

La mujer forzó una sonrisa sin dientes y finalmente hizo lo que le pidió el menor de los jóvenes Uchiha. Cuando por fin se hallaron fuera del local de comida — al cual habían ido a parar por última vez antes de abandonar el pequeño pueblo—, fueron rodeados por el particular ruido sin pausa de las personas que caminaban por los rurales suelos; niños riendo y jugando, adultos que los acompañaban de la mano, probablemente algún anciano contando alguna historia, los rayos del sol tan cálidos como cualquier otra mañana.
Más tibios que la palma ajena posada en su hombro, a lo cual a causa de sus reflejos no pudo evitar tensarse un poco.

—No te molestaste por eso ¿cierto? —preguntó de repente con un tono afable, el menor ladeó la cabeza y alzó la vista encontrándose con los oscuros orbes de su primo.

—Ni siquiera se me había cruzado por la mente —replicó luego de unos silenciosos segundos, a lo que Shisui respondió con una mirada inquieta al cielo y cejas alzadas.

—Los sentimientos ni mucho menos las emociones se piensan —comenzó—. Si fuera así no existirían la mayoría de los problemas.

Aquello había captado su atención; como si alguien le hubiera dado una cachetada mental, sin embargo, siguió con los ojos enfrente manteniendo su postura de calma.

—Existen formas de suprimirlos.

Un par de abuelos pasaron caminando por enfrente de ambos jóvenes; tomados de las manos, sonriéndose mutuamente, la señora de cabellos canosos y piel veterana, abrazaba con ternura el brazo debajo de la yukata de su compañero; igual o más experimentado que ella.

—¿Tú lo haces?

Esas tres palabras habían sido suficientes para descolocar a Itachi de una manera excepcional.

[...]

El sol que antes parecía estar en todo su esplendor ahora yacía cubierto casi en su totalidad por las espesas nubes, hacía pocas horas habían llegado al punto que dictaba el mapa, por lo que no se desperdició más tiempo y de inmediato ambos jóvenes habían comenzado con la búsqueda de la singular «adamisha-to». Aunque el panorama no parecía predecir un buen clima, Itachi no se permitió dejar que ello le sembrara inseguridades, y se movió con aún más rapidez en el área.

El tiempo sin duda era una presión sobre sus hombros que no podía aliviar tan fácilmente; los segundos transcurrían y varios hallazgos falsos se hicieron presentes. Siempre que parecía encontrarla, algo no era similar con la original; si no era el tamaño, era la forma de la hoja, y si no era esto era el color. ¿Cuántas variantes de una sola planta podrían existir? A eso de las siete de la tarde Shisui prácticamente le había obligado a tomar un descanso; es decir, a sentarse aunque sea cinco minutos. Se había apoyado en una roca, con sus antebrazos cruzados sobre su regazo, tratando de descifrar si las nubes estaban por reírse en su cara, aunque más que en su cara; en lo que quería y trataba de proteger.

❛Lazo Sanguíneo❜ | ShiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora