1.1K 86 6
                                    


—¡Anda _____, despierta!— gritaba mi mamá desde el piso de abajo. Por lo general no soy nada energética al levantarme, y hoy no es la excepción. Ayer por la noche me desvelé y ahora mis párpados no responden, lo que me causará un problema con mi madre, pues hoy es el primer día de escuela.

El sonido de los pasos de mi mamá subiendo las escaleras me genera dolor de cabeza. Entiendo que esté enojada, tiene todo el derecho a estarlo, pues seguro llegará tarde al trabajo por mi culpa.

—Levántate ya, anda.— Retiró la sábana que llevaba encima y abrió las cortinas. Me sorprende que no me haya levantando a golpes, a decir verdad. Abro los ojos por completo, pero no muevo un músculo.

Mi mirada estaba posicionada hacia el calendario pegado en mi cuarto, el cual marca la fecha "sábado 22 de abril". Pero nadie le ha dado vuelta aún, por lo que hoy es domingo 23, y comprendo el por qué de su calma.

—¿Puedes traer café del supermercado en lo que yo hago el desayuno?—dejó el dinero en la pequeña mesa beige que hay a un lado de mi cama.— Me muero por un café y se acabó ayer.

—Tomas demasiado café, deberías visitar uno de esos centros anónimos para gente con adicciones.—dije, soltando una risa adormilada.

—Anda, ve ya.— rió también.

Me levanté, tomé el dinero, y me puse los primeros zapatos que ví. La radio de la casa estaba encendida, murmurando posiblemente noticias a lo lejos. Los pájaros cantanto afuera, —pues es de mañana— una linda melodía que ya no escucharé, pues voy a salir. Finalmente acomodé mi cabello en una coleta floja abajo mientras bajaba las escaleras, y al llegar a la puerta, la abrí para salir.

La tienda de comestibles más cercana está cerrada los domingos, así que tendré que ir a una lejos. No me molesta, al contrario, es lindo poder tomar algo de aire al vivir en una ciudad tan poblada, me sofoca un poco a veces. Aunque tampoco es que el aire sea muy limpio.

Debatí en mi mente sobre si debería tomar el autobús o ir caminando, pues no hago mucho ejercicio, —casi nada a decir verdad— y estirar las piernas un poco no me hará daño. Aunque al final decidí ir en camión, y regresar a casa a pie.

Esperé un poco a que el autobús que necesitaba pasara por la parada. Cuando llegó, subí y pagué el pasaje, para darme cuenta que el autobús estaba vacío. Algo raro, pues es domingo. Pero sólo disfruté de mi suerte pues no me tocó ir parada como veces anteriores. Así que elegí uno de los últimos asientos, y acomodé mi cabeza en la ventana, para sentir el aire.

Intenté abrirla, pero extrañamente, estaba cerrada.

El asiento del bus jamás había sido tan cómodo como lo es hoy. Lo más probable es que sea el sueño, pero eso es lo de menos. Cada parpadeo era más lento, y mi noción de la realidad un poco más estrecha. ¿Por qué tengo tanto... sueño? Tampoco dormí muy tarde, pero pareciera que no había dormido en días. Así que sólo dejé que el siguiente parpadeo no completara su ciclo, el camión avanzara, y que mis ojos descansaran.

🍂

—¡Tanjiro! ¡¿Tanjiro!? ¿¡Estás bien?!— Mi cabeza da punzadas de dolor, me falta el aire, y me siento extremadamente cansada, y aquella voz gritando no hace que la situación mejore.

Abro mis ojos lentamente, y al abrirlos por completo, me encuentro acostada en el piso, mirando a un chico de cabellos rubios, llorando de rodillas a mi lado; con un gesto de preocupación diría yo, algo exagerado.

Toco mi cabeza con mi mano derecha, apenas levantándome del suelo, adolorida. —¿De qué...— Aquel chico se abalanzó hacia mí para abrazarme.— ¡TanjiroOoO! ¿Qué pasó? ¿Te desmayaste? ¿Necesitas agua?

—M-me sofoc-cas— dije, casi sin aire, pero el rubio no dejaba de abrazarme.— ¡Basta! — dije con lo que me quedaba, y le empujé (no muy fuerte) para que me dejara respirar. Y jadeando un poco, dije —¿Dónde estoy?

—¿Eh?— su expresión de confusión era exagerada también.— En la finca mariposa, ¿Acaso te dió un golpe de calor? Quizá sea eso, llevas toda la tarde entrenando. ¿Cómo es que no te cansas?

—Finca... ¿qué?— ladeé la cabeza.—Yo, ¿entrenando? Este sí es un sueño muy extraño. ¿Cómo hago para despertar? ¿O debería aprovechar que es un sueño lúcido?— coloqué mi mano en mi barbilla, pensando...—¡El café!, ¡Me quedé dormida en el autobús!

—¡¿Ehhh!? ¡Chuuntarō, Tanjiro murmura cosas muy raras! ¡Dile a Shinobu que venga! — se colocó detrás de un árbol, temblando mientras me miraba como si de un demonio se tratase. ¿Chuntaro? ¿Qué es eso? Ugh, necesito despertar.

Me levanté por completo, y miré a mi alrededor. Era un jardín bellísimo, repleto de mariposas. Froté mis ojos un poco, y parpadeé varias veces rápidamente. Se siente todo tan real, el aire limpio, el césped, manos callosas, y cansancio físico. Este es sin duda el mejor sueño que he tenido. Espero no olvidarlo al despertar.

Di una gran bocanada de aire, la cual hizo que me relajara —demasiado rápido, diría yo— dejando que el dolor de cabeza se disipara, junto con la falta de aire.

¿Cómo era el nombre que gritaba? Me senté en un espacio de madera que parecía salir de una cabaña. Mi sentido del olfato se siente muy agudizado, y mi cuerpo extraño. Como si estuviera en forma. Toco mi abdomen, y en definitiva, tenía razón.

¿Panjiro? ¿Tanjiro? ¿Gompachiro? Nombres seguían rodeando mi cabeza, y yo seguía acariciando mi abdomen, nunca tan plano. Hasta que después de un tiempo el chico rubio regresó, junto con alguien alto y de cabello significativamente largo. Su expresión era seria, y su olor era un olor triste, o más como algo deprimido. Alto, ¿Cómo huele alguien triste?

—¡Ahí está, hable con él!— gritó el del Haori amarillo. En su hombro se encontraba un pequeño pájaro, el cual creo que es ese tal Chuntaro. El mayor se acercó a mí, dando al aire un sentimiento de seguridad y respeto. Se sentó a mi lado, y suspiró.

—Es la finca de Shinobu, ella pudo venir.— el haori que él llevaba era bicolor. Yo llevo ropa blanca, la cual me parece muy cómoda y flexible. Aún así, quedo en duda, pues...

—¿Quién es Shinobu?

Redención. | Tomioka x Lectora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora