Tercer capítulo

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–¿Estás bien? – Preguntó instantáneamente. 


Tonto, tonto, ¿por qué te importa?  Sólo repetía eso una y otra vez en mi mente. La pequeña herida ardía y la mirada que él mantenía fija en mí, me hacía sentir mucho más pequeña de lo que ya era. 


Quité bruscamente su mano de mi hombro, sólo bajé la mirada  concentrándome únicamente en mis pequeñas botas rojas. Las cuales se habían ensuciado con lodo,  por haber perseguido  a la ardilla anteriormente.  


–¿Estás bien? – Preguntó Peter nuevamente, su voz interrumpió mis pensamientos, lo cual hizo que me exaltará.


–Sí – Dije,  con suavidad mientras me envolvía en mi suave y gran capa. No quería que él me viera así, sentimientos de vulnerabilidad invadían mi mente.


–Oye niña tonta. – Escuché nuevamente su voz y lo volví a ignorar, apretando fuertemente mis ojos para no verle, por su respiración estaba frente de mí. Olía a menta y a un peculiar tinte, quizás ¿Pintura?


De pronto... Me sentí liviana, mis pies no tocaban el duro suelo. Cuando abrí los ojos, el tonto de Peter me sostenía entre sus brazos. Pero no como a una princesa, si no como a un pobre costal de patatas.


– ¡Bájame, tonto! –Le reclamé enojada.


Él solo me sostenía sin réplica. Me llevaba a algún lugar, seguía pataleando para que me soltase, no lo hizo y comencé a desesperarme y perder fuerza.


Encontré comodidad en sus suaves brazos que, sin darme cuenta, caí dormida


Cuando mis ojos abrieron, estábamos en una llanura de puras flores.


Girasoles para ser más exactos...


Mi flor favorita.


El tonto de Peter estaba aún lado de mí, dormido, su cara era de un bebé a quien le concedieron su capricho, lucia tan relajado y fresco.


Frente de nosotros, aún lado, había pequeños girasoles pintadas en los cuadros blancos. No eran muy bonitas, eran graciosas.


Reí al darme cuenta que mi mano no dolía, estaba vendada y había encima del vendaje un muñeco pintado, un... ¿Muñeco de nieve... Con este sol inmenso, en serio?


– Veo que despertaste, tonta.


De repente todo el enojo que había sentido antes, volvió. Me levanté de golpe lo cual fue un error porque al hacerlo perdí equilibrio y caí de nuevo, tomando mi anterior posición. Una gran carcajada salió de su boca, aunque me miraba de reojo ya que estaba concentrado en su uhm, ¿Cuadro artístico? aprovechaba cualquier situación para reírse.


– Niñata, ya te lastimaste mucho hoy, solo tienes que quedarte quieta, tonta.


Me crucé de brazos mientras un leve puchero se formaba en mis labios. Ouch, me dolían las pompas, pero Peter seguía siendo un tonto.


–¿Dónde estamos? – Pregunté indiferente.


– En mi lugar favorito, aunque no lo creas, soy muy buen dibujante. –Dijo, ¡Ja! Presumido. 


Nuevamente, observé su cuadro, realmente eran graciosos pero bonitos, aún lado estaban los cubitos con pintura, de ahí el olor que persistí tiempo atrás.


No era tan malo, he de admitir.


–Por cierto, ¿Cómo te hiciste esa herida? – Dijo, realmente era un chico muy curioso

.

Me perdí unos segundos en la forma en que manejaba el pincel, era gracioso ya que constantemente se le resbalaba un poco de sus manos. Me percaté de que me estaba haciendo una pregunta y me avergoncé levemente, ya que sabía que se burlaría, tonto

.

–Oye sé que soy fabuloso pintando, has de estar perpleja por mi acción, pero, vamos, ¿te encuentras bien, Enma?


No le respondí. Mi vista se conectó tan profundo con la de él. Buscábamos entendimientos en nuestros fugases sentimientos. Lo único que salió de mi boca fue...


–Es la primera vez que me llamas, Enma, tonto, tonto Peter – Le dediqué mi mejor sonrisa al chico que más odiaba en la fas de la Tierra.


–¿Sabes? Tú abominable color rojo sangre, realmente luce encantador hoy... Tienes las mejillas sonrojadas, ¿Te pongo nerviosa, Enma?


Continuará...

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