California.
11/01/06Querida Amaia:
Si alguna vez creí que fallecer era el peor destino, estaba equivocado. ¿Por qué te digo esto, Am? A veces tememos morir porque no sabemos que hay más allá de lo que nuestra mente puede o suele cubrir. Lo que sucede después de ese último suspirar es un misterio y nadie tiene certeza de que es lo que verdaderamente pasa cuando nuestro brillo se apaga; todos creemos lo que necesitamos creer, vemos lo que queremos ver y abrazamos lo que anhelamos recordar, sin embargo, morir en vida es aún más desgarrador, debido a que se convierte en un estilo de vida frustrante. De repente, llega un día en que nada tiene sentido, un día en el que no encuentras ese abrazo que requieres para seguir de pie, un día en el que te percatas de como poco a poco vas apagando tu luz y, aunque al principio los demás no puedan percibirlo, tu alrededor se comienza a llenar de tinieblas que no puedes detener, porque te has esforzado tanto tapando el sol para no quedarte ciego, que llega un momento en el que no logras visualizarlo porque la oscuridad te dejó sin vista (justo lo que temías), creando así como consecuencia que poco a poco vayas desapareciendo, aun cuando físicamente no se note.
Sobre esto, desaparecer... algo que ambos sabemos hacer muy bien. Yo me fui cuando me necesitabas, y tú huiste cuando traté de ayudarte. ¿En qué momento nos desplazamos hasta ese punto de no retorno? ¿Por qué jamás noté las señales de huida que tus palabras escondidas entre versos lanzaban? Estas preguntas rondan en mi mente día tras día sin detenimiento alguno. No encuentro salida en este laberinto llamado vida.
Muchas veces llegué a pensar que el universo lo necesitaba, seguro no estábamos destinados y por ello buscaba separarnos; muchos lo decían, no iba a funcionar, sin embargo, lo hizo. ¿Para qué? me fallaste, me lastimaste.
Me mentiste.
Quise comprenderte mil y una vez, pero aún no logro hacerlo. Tal vez me falte madurez para afrontar el hecho de que no estás, quizás necesito estudiar las razones por las que te fuiste o necesite dejar de culparme por todo lo que pasó... lo relevante es que ya no hay marcha atrás.
Hace unos días me puse a pensar en que todos traemos un reloj de arena dentro y que poco a poco los granos que este contiene van cayendo hasta que estos llegan a su fin, no sabes cuándo será, pero observas el tiempo pasar y tienes temor, porque no tienes idea de cuando caerá ese último granito. ¿Lo hará hoy? ¿Tal vez mañana? Preguntas que de haberme hecho hubieran cambiado el rumbo de nuestra historia. Al final, corriste lo más lejos que pudiste, hasta que te faltó el aire y te derrumbaste.
Recuerdo ese día, cuando el sol se escondió y la luna salió mientras tu escribías en tu muñeca un poema que hablaba sobre mis ojos y las estrellas, me preguntaste como me sentiría si tú fueras una de ellas. No lo entendí ese día, y si lo hubiera hecho, no te hubiera dejado ir a casa en esa madrugada. Si extrañarte formara estrellas, el cielo de hoy sería un arrullo de anhelos.
Estoy confundido, enojado, lleno de miedo y sin esperanzas. ¿Dónde estás? ¿Qué pasó con la promesa de permanecer juntos toda la vida? Sé que me estoy contradiciendo después de tantas noches destrozándome en la puerta de mi habitación esperando a que entres y me siento tonto al escribir esto, pero; ruego que regreses, te extraño tanto.
Grito al cielo cada noche, me haces tanta falta. No soporto el dolor de la soledad, del pensar en ti y no poder abrazarte al despertar. De tomar mi teléfono y escuchar tu voz en el contestador, sabiendo que jamás me responderás. El mirar el anochecer, estirar mi brazo para sentirte a mi lado y no encontrarte allí. Del vislumbrar en sueños tu brillante sonrisa que me recordaba lo maravilloso que era vivir y reiterar como una simple mirada podría ser la razón de tu existir.
Es increíble cómo podemos otorgarles a las personas el poder de destruirnos y reconstruirnos al mismo tiempo. Todo esto es tan extraño y al mismo tiempo doloroso. No lo entiendo, no lo comprendo.
Si extrañarte formara estrellas, el cielo de hoy sería un arrullo de anhelos.
Me desvanezco al verte en mis sueños, tal y como el primer día. Aquella noche lo vi, sabía que me amabas, realmente lo hacías. Tu dulce mirada me lo transmitía, me lo gritaba; pero decidiste callarlo. Dejaste que tú luz se apagara y con ello te llevaste la mía. Prometiste que lucharías y al primer golpe te rendiste. Me juraste que no te dejarías derrumbar y te aventaste al abismo en el primer instante en el que pudiste hacerlo. Me siento tan culpable, ¿Por qué te dejé luchar sola?
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero el mío se detuvo hace un par de meses, justo cuando te marchaste y desde allí no he vuelto a sonreír.
Destrozaste todo a tu paso y por ti, desaparecí. Amaia; me has dejado roto.
Me gustaría decir que te odio, pero no logro hacerlo, no puedo odiarte ni mucho menos culparte y tampoco es que piense intentarlo más. Eras una estrella en mi vida, a pesar de todo me llenaste de luz y esperanza, fuiste el deseo que alguna vez le pedí a la luna y el resplandor que le rogué al sol cuando las nubes ocultaban mi dolor (tan irónico). Tan solo fuiste (como mi felicidad) fugaz y pasajera.
Sabes que amo las estrellas, casi como te amo a ti. Por ello, ahora al mirar las estrellas conservaré el anhelo de que eres una estrella en el cielo; una única, radiante y muy especial... mi estrella, la que me ha hecho sufrir durante largos y dolorosos meses, quien, a pesar de quebrar mi vida en pequeños trocitos, aún se cuela en mis pensamientos cada día sin falta.
Todavía me pregunto, ¿Por qué tú? Me cuesta hacerme la idea de que te marchaste y olvidarte es inhumano.
Eras tan importante para mí. Dime, ¿Cómo continuaré en este camino cuando tú ya no lo haces conmigo? ¿Qué hago con mi corazón roto, una mente que divaga entre la perdición y este cuerpo moribundo lleno de estacas y espinas desoladas? Miles de preguntas y una sola respuesta; nada. Sin ti soy nada. Te lo llevaste todo en esa despedida.
Cuando dicen que no existe algo imposible en el amor, se equivocan. Existen relaciones que no podemos salvar o más bien, personas a las que no podemos rescatar y si existe alguna forma no lo logramos por temor al después. Siempre me ha faltado valentía y es algo que tú sabías muy bien ¿por eso no me contaste? Seguramente creías que era un cobarde y no podría ayudarte, que miedo que pensaras eso de mí después de todo lo que pasamos juntos. En fin, ha pasado, pero no logro olvidarlo.
Te diría que seguiré escribiéndote, pero en estos momentos no tengo la fortaleza suficiente para hacerlo. Algún día sabrás nuevamente de mí y espero encontrarme mejor en esa ocasión. Me despido temporalmente de ti. Regresa.
Te necesita, Rich Luczerch.
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Cuando una estrella muere
Teen FictionAmaia y Rich aparentaban ser una pareja con futuro. Se imaginaban juntos tomados de la mano observando el amanecer cada mañana, recordando su amor inmenso y superando cualquier obstáculo, pero un suceso terrible terminó por separarlos, llevándose co...