VIII

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Las nubes ocultaban una mañana más el tenue cielo de Londres, entre calles, aceras y carreteras ya se empezaban a ver ciudadanos comunes listos para empezar su jornada laboral. Nuestro afamado detective desayunaba en el salón ojeando el periódico mientras que para John Watson, su jornada comenzaba por escribir en su portátil.

Sobre el techo de estos, nuestra protagonista levantaba perezosa de su nuevo colchón tras haber pasado la noche más en vela.
Por otro lado, con mirarse al espejo ya veía una mujer distinta, una que había dejado atrás, por fin, el camino natural de la vida. Su consciencia estaba tranquila por el momento sabiendo que ya no llevaba la misma pegatina en su espalda. No quería tener que volver a pegársela de nuevo...

Contó los escalones de uno en uno, tocó a la puerta dos veces y la recibieron al tercer segundo.

—Buenos días, Sara, ¿no?–preguntó con una afable sonrisa el rubio, abriendo la puerta por completo al saber que era la joven–Soy muy malo para los nombres, por favor pase, ahora esta también es su casa.–ella concluyó con un buenos días de vuelta y sonrisa ladeada, con ganas esta vez, a decir verdad–.

El doctor volvió a su pequeño asiento al lado de la ventana para continuar con su rutina, a su lado, Sherlock Holmes levantó la vista de su lectura una fracción de segundo para analizar a la mujer en frente suya.

"Ahora estás en mi territorio."–pensó–

—¿Qué tal ha...?–intentó preguntar John, siendo interrumpido por el detective–.

—No ha dormido.–afirmó sin despegar su atención del periódico–.

—¿Cómo lo ha notado si nunca lo hago?

—Vendrán de familia, entonces...

—¿Las ojeras? Pues está en lo cierto.

—¿De parte de padre?–preguntó él, sabiendo ya la respuesta–.

—Madre, de parte de madre, Sr.Holmes.–aclaró la de cabellos bermejo, dirigiéndose sin ápice de expresión hasta la cocina–.

John, que había escuchado atentamente la conversación con los ojos bien abiertos, intentó una vez más cruzar palabras con la joven.

—Hay café recién hecho y pastas de la Sra. Hudson por si tiene hambre.–invitó el mayor de los tres, alzando su taza de café para darle un sorbo–.

—Gracias Dr. Watson, permítame aclararme, ¿Afganistán o Irak?

Sherlock Holmes no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida por debajo de los titulares.

—¿Cómo...?–tartamudeó sorprendido, escupiendo ese pequeño sorbo encima de la alfombra–.





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Fuera de la ecuación || Sherlock Holmes x Oc ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora