Daniel.

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Siempre me había interesado por las historias de amor. Aquellas en la que lo imposible se volvía posible y que eran capaces de romper cualquier barrera y sobreponerse ante cualquier percance. Sentía una profunda admiración hacia el amor. Aunque nunca lo había experimentado en ninguna de sus facetas. Solo amaba en silencio y a la distancia. Constantemente creía enamorarme. En serio. Bastaba un pequeño favor de una mujer para que yo comenzara a sentir cierta atracción por esta. Casi siempre terminaba con el corazón roto. Aunque ellas ni llegaban a enterarse. Me había pasado muchas veces en mis cortos diecisiete años de vida, pero nunca lo había sentido tan real como con Ana Soto. Era la chica más hermosa, inteligente y popular de la escuela. Llevaba años enamorado de ella aunque no parecía notarlo. Nunca había juntado el valor para hablarle y en muchas ocasiones la vi de amoríos con otros compañeros de clase. Siempre deseaba lo mejor para ella. Que el hombre que tuviese a su lado la hiciera felíz. Creía que eso era el amor verdadero. Desear lo mejor para aquella persona a la que amas. Pero, siempre veía como le rompían el corazón. Varias veces la ví llorando y pensé que una mujer tan bella como Ana no merecía derramar ni una lágrima por esos patanes. Era tan hermosa. Hasta llorando lo era.

Yo vivía a varias cuadras de su casa junto a mis padres. Era hijo único lo que centraba toda su atención en mí. Atención que aborrecía. Ellos parecían no comprenderme. Aunque si eran muy complacientes, por lo que solo era cuestión de pedir algo y lo obtenía. Aunque lo único que quería era hacer feliz a Ana.

Muchas veces pasaba por su casa a propósito para ver si me la encontraba y lograba entablar una conversación “casual" con ella, pero cuando la tenía de frente mi mirada huia de la suya.

Ana vendía comida chatarra muy cerca de su vieja casa. Yo tenía armado un plan para ir a comer allí y poder al fin conocerla mejor, pero nunca lo hacía. Me sentía tan frustrado. Mis días se basaban en observarla en la escuela. En imaginar cómo era su casa por dentro. Sabía que tenía hermanos. Una mamá. Pero no sabía más nada.

Cuando pasaba por su casa no podía evitar pensar en su popularidad y lo deplorable del aspecto que esa casa tenía. La verdad es que esas dos cosas no concordaban con el estilo de vida que Ana llevaba. Pensar en eso me revolvía la curiosidad por conocerla más a fondo. Estaba seguro de que escondía algunos secretos y yo quería que los compartiera conmigo. Creo que fue por eso que tomé aquella decisión.

Nunca había ido a una fiesta en mi vida. Socializar no era mi fuerte. Y bailar mucho menos. En la escuela no tenía amigos. Solo compañeros que no me trataban mal, pero que murmuraban cosas de mi a mis espaldas. Los escuchaba reírse al verme pasar. Los odiaba aunque los trataba con la misma hipocresía con la que ellos me trataban a mí. Creo que por eso no asistía a sus fiestas. Pero ese día algo dentro de mí me condujo a asistir a aquella fiesta. Los que me vieron lo hicieron con asombro. No les presté la más mínima atención. Mis ojos solo buscaban a Ana, pero está no llegó hasta después de las dos. Llevaba puestos unos jeans prelavados con huecos en las rodillas y una franela negra de un grupo llamado Nirvana. Se veía hermosa. Sostenía un teléfono en una mano y una cerveza en la otra.

Ana bebía como si quisiera borrar algo de su mente. Yo comencé a hacer lo mismo, pues había escuchado que el alcohol vuelve más valiente a las personas. Después de cinco cervezas me sentí preparado para hablarle. No sabía que le diría, pero iba con mi celular en la mano dispuesto a pedirle su número. Comencé a caminar hacia donde ella se encontraba sentada, pero entonces se levantó con unas amigas y salió a fumar. Me sentí bastante mal con lo sucedido y pensé que había perdido mi oportunidad, pero entonces ví su teléfono en el mueble en el que antes había estado sentada. No sé que fue lo que pensé en ese momento. Simplemente lo cogí y me marché de aquella fiesta. Salí disparado mirando hacia el suelo y pasé justo por donde ella se encontraba con sus amigas y unos chicos que nunca había visto. Tropecé con uno de ellos y escuché a lo lejos cuando me dijo:

—¡Ten más cuidado bicho raro —las carcajadas se hicieron presentes. Típico. Las ignore como siempre y seguí mi camino.

Caminé hasta las afueras de la casa de Ana y revisé entonces aquel celular. No tenía clave. Había Miles de fotos de la familia completa en la galería. Incluso ví a su mamá en ropa interior (cosa que no fué de mi agrado). Entonces comprendí que todos los miembros de su familia utilizaban el mismo teléfono. Por eso no tenía clave. Seguí revisándolo y fué entonces cuando lo encontré. Ana utilizaba Wattpad y lo había dejado abierto. Ese era el secreto que esperaba encontrar. Revise su cuenta. Su lista de lectura y su biblioteca estaba repleta de historias de amor. Pensé entonces que todo era parte del destino. Memorice su user name y volví a cerrar la aplicación.

Ana me llamó unos segundos luego. Estaba asustada y lloraba. Su voz era quebradiza y se llenó de alegría cuando le dije que le entregaría el celular. Nos encontramos a las afueras de su casa y como muestra de su gratitud me dió un abrazo que por desgracia no duró mucho, pero que logró erizar cada vello de mi piel.

Los días pasaron y ahora Ana me saludaba en la escuela y yo lo hacía también, pero aún carecía del valor para hablarle. Entonces tuve una idea. Me cree una cuenta de Watttpad dispuesto a escribir una historia que le gustara a Ana. Fue así como nació Vicky G y “Los Demonios De Dann."

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Los Demonios De Dann.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora