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El día siguiente fueron casi todo llamadas. Al levantarme terminé de deshacer mi equipaje mientras hablaba con mis abuelos. Después, fueron mis amigos quienes me llamaron por Skype, y estuve hablando con ellos antes de comer. Cuando les dije que Verónica iba a hacerme un risotto ambos alzaron las cejas impresionados, <<¿Llevas un día y ya has encontrado a quien te haga de comer?>> me había preguntado mi mejor amiga Carina, y yo le contesté que iba a compartir los embutidos que me había traído de casa a cambio.
Pero el risotto estaba delicioso. Ella decía que no, que otras veces le había salido mucho mejor, pero yo, acostumbrada a mi familia, que ninguno de los tres sabemos cocinar más allá que para sobrevivir, me quedé asombrada con el plato de mi nueva compañera de piso, que me dijo que saldríamos a las cinco de la tarde con su grupito de amigos.
Llamo a Alba sobre las cuatro de la tarde, para explicarle todo lo que había pasado. Por el momento, le había contado todo el espectáculo de ayer, y que mañana tenía mis dos primeras entrevistas de trabajo.
—¿Y te llaman becaria? —me pregunta más tarde. Asiento con la cabeza mientras aparto los labios—. Que tontería.
—Solo es una broma, en realidad son muy simpáticos.
—Pero... ¿entonces tienen nuestra edad?
—Sí, no tienen cuarenta tacos como yo pensaba —me río.
—Hubiera preferido que estuvieras con adultos —frunzo el ceño, ella nota mi reacción y responde ante ello—, te hubieran cuidado mejor. A saber cómo son ellos.
Pienso en lo ciega que me recibió Verónica ayer, pero realmente me pareció más gracioso que preocupante.
—Sé cuidarme sola.
—¿Y si son problemáticos? Sabemos que una es una fumeta, y eso lo has descubierto nada más llegar.
—La marihuana no te hace una mala persona —le contesto. Odio cuando se pone sobreprotectora—. Y a mí no me han presionado a nada.
—Aún —dice.
Dejo caer un suspiro bajando la vista y veo, en el reloj de abajo a la derecha del ordenador que son las 16.52. Es hora de irme. Abro la boca para decirle que me voy con mis nuevos compis a tomar algo y así no tener que darle los detalles reales de con quién voy, dónde voy, qué voy a hacer y a qué hora voy a volver. Pero antes de eso, mi puerta se abre de golpe exaltándome. Es Verónica, que aparece y se acerca a mí y a mi sesión de Skype.
—¿Es tu novia, becaria?
—Si, la misma —afirmo, y ella se acerca a la pantalla, escrutando a la joven hecha de píxeles. Yo escondo una risa—. Te presento a Alba. Alba, esta es Verónica.
—Encantada de te conocer —dice en castellano con un gracioso acento italiano. Ella sabe que es gracioso. Yo me río, pero Alba solo levanta las comisuras de sus labios, rígida como una estatua.
—Hola.
—¿Hola? ¿Solo va a decirme eso? —gira su cabeza para mirarme a mí, desde detrás de la silla en la que estoy sentada—. Dile algo, becaria.
—Es tímida —le excuso—. Alba, nos vamos a tomar algo, luego hablamos, ¿vale?
—Si, claro, claro. Vete —su voz denota decepción. Supongo que hubiera querido estar más rato charlando conmigo, ya que ni siquiera nos podremos ver en persona durante un tiempo. Pero no puedo hacer nada.
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Dejarlo todo atrás (en revisión)
Teen FictionCuando Mía se licencia en Historia del Arte decide seguir su gran ambición y marcharse a Florencia durante un año, para vivir y trabajar en lo que le apasiona, en la cuna del renacimiento. Como recién llegada, se encuentra sola, sin trabajo y a más...