Los días pasaron y seguía sin creer que ella ya no estaba más, no sabía que hacer sentía el mundo encima y por momentos creía no poder con la soledad que dejo con su partida. Hasta que un noche conocí a un par de ancianos en sueños, Rosa y Edgar, pero algo muy peculiar paso, ya que ellos aparecieron para enseñarme algo.
Llevaba puesto un hermoso vertido color azul que llegaba justo a mis rodillas, tenia el pelo suelto y un ligero aroma a tierra mojada se hacía presente, el cielo estaba completamente despejado y era de noche, sin señales de la luna. Caminando entre pequeños charcos de agua dejados por una ligera lluvia hasta que conocí a la pareja de viejitos dentro de un laberinto hecho de grandes paredes de barro y enredaderas con flores marchitándose, ellos me guiaban mientas me contaban anécdotas de su vida juntos, llego un punto en el que me llevaron a un lugar sin salida donde había una vieja casa abandonada, con techos de madera y las ventanas rotas, con muebles llenos de polvo en su interior, a los alrededores todo era desolación, arboles marchitos como en pleno otoño y un río seco que pasaba por un lado de la casa. Hasta que la viejita me pidió que me asomara a través de una ventana rota de aquella casa y le dijera que veía, después de un rato de mirar el interior, una luz tenue iluminaba una pintura, una hermosa pintura con un par de colores. Me dijo:
-Es aquí donde él y yo nos conocimos, está es mi casa, ese cuadro que vez al fondo lo hizo él días después de conocerme, esto que vez era mi vida señalando el alrededor, lo que tenía, lo que era y lo que sentía. Era triste, frío y no había color alguno, hasta que llegó él a pintar una sonrisa en mi vida...
Dio un ligero suspiro, dio la vuelta y dijo:
-Pero eso es sólo el inició.
Seguimos avanzando entre los largos corredores del laberinto y se detuvo en el cruce de 3 caminos diferentes, señaló el fondo de uno y dijo:
-De ahí salió él, acércate y dime que vez.
Camine lento hacia el fondo del corredor temeroso hasta llegar a una casa, está a comparación de la otra era más grande, era una casa muy hermosa, iluminada de luces blancas y estaba llena de colores. Hasta que percaté de que una ventana no tenía luz al interior y me acerqué a ver que había dentro. Me detuve a unos pasos de llegar y traté de ver por la ventana, al fondo de aquella habitación se podía ver la silueta de una persona, estaba apuntó de dar un paso más hasta que la voz de la viejecita me sorprendió por la espalda diciendo:
-Parece un lugar hermoso ¿no crees?
A lo cual afirme con un movimiento de cabeza
-Acércate más. Dijo mientras se acercaba a mí.
Hice lo que me dijo, me acerqué aún más, entonces ella me alcanzó y abrió la ventada sin siquiera tocarla.
Las cortinas se recorrieron y miles de colores se hicieron presentes, parecía la obra de un gran pintor, llena de vida y color. Pero en un rincón una persona se encontraba escondida.
-No había ni una pizca de color en él. Dijo la viejita mientras sacaba una nota de su bolsillo
-Ese que vez ahí es mi esposo cuando lo conocí, yo pensaba que lo tenía todo, estaba lleno de lujos y parecía tener la vida arreglada, pero en él no había color, no tenía sentimiento alguno de felicidad, me preguntaba qué era lo que pasaba con él si lo tenía "todo". Conforme lo fui conociendo entendí una cosa, que a veces hay personas que parecen tener todo, pero realmente no tienen lo más importante, amor.
¿Recuerdas mi casa?
Era más pequeña, de igual manera le hacía falta color; vida. éramos tan iguales, pero a la vez tan diferentes. Dijo la vienesita mientras Desdoblaba la nota que había sacado del bolsillo y me la dio.
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Sueños de Rosas
RomanceUn sueño que te puede cambiar la vida y aprender muchas cosas sobre ella.