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Salí por el costado derecho del bar, la música a alto volumen y las personas bailando, me hostigaban a más no poder. Solo quería acabar mi trabajo y largame a mi casa.

Me recargue abajo de la luz de una farola que apenas podía mantenerse prendida. Todo ahí era tan pacífico que podía escuchar mi propia respiración.

-Hey, dame dos.

Alce la mirada de mi rostro perfectamente cubierto por un barbijo y la capucha del hodie color negro; metí mi mano a la pequeña mochila que llevaba a cuestas y saque dos dosis de cocaína, -El dinero primero, ya sabes cuanto es.

Un rollo de billetes rodaron hacia mis pies y acto seguido lance el encargo a su nuevo dueño, espere a que desapareciera de mi vista para poder tomar el dinero y meterlo a mi bolsa.

Era la última entrega de la noche y al fin podría desaparecer de ese lugar.

Camine hasta la salida del pequeño callejón, la música seguía en su máximo esplendor, a mí paso un círculo de ebrios, una pareja teniendo sexo justo cerca de la basura, unos cuantos más discutiendo por que se miraron mal.

Todo era repugnante ahí, pero era el lugar que me generaba más ganancias.

Seguí caminado, pensando en que podría cenar esta noche, realmente no había algo en especial que deseara comer, pero estaba decidido a un par de botellas de soju; la tienda de
veinticuatro horas, con su anuncio en colores neon estaba apocos pasos, pensándolo ahora, ¿Quién le pone esos putos colores chillantes a una tienda?, En fin, estaba tan cansado que un ramen instantaneo estaría perfecto.

Tome una canastilla, como todo un amo de casa nocturno, y heche el soju dentro, me fui directo al ramen. Hay tanta variedad que normalmente eso me da dolor de cabeza. Tome uno de kimchi y otro más de pollo.

Ambos cayeron a la canastilla por la inercia del golpe que recibí de costado.

-¡Ahhh, mierda! ¿Podrías fijarte por dónde demonios pasas? -Voltee la mirada y solté mis palabras junto a un gruñido, el causante de que mis botes de ramen estuvieran lejos de mis manos, era un chico. Uno de complexión muy raquítica a mi parecer.

Estaba con la mirada hacia el suelo e inmediatamente se puso a mis pies, como rogando que no hiciera ruido.

Me puse a su altura y le tome por el cuello del hoddie para verle la cara y advertirle que no se cruzará en mi camino.

Su rostro era un mar de sangre.

Me quedé ahí una fracción de segundo cuando escuche más voces que venían de la entrada.

El chico automáticamente como si fuera un gato asustado empezó a tratar de safarse de mi agarre para huir y yo entendí por completo la situación, así que le solté.

No me iba a involucrar en líos ajenos, así que solo lo tomaría como si no hubiera pasado.

Gran error.






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