Capítulo 5

18 0 0
                                    

Me levanté temprano, sobre las 8:00 de la mañana para preparar el desayuno a mi madre para cuando se despierte y así aprovechar para terminar los deberes que me habían mandado, al terminar fui al lugar acordado, eran ya las 10:00 pero no había nadie, espere pero eran ya las 10:20 y nada, eran las 10:30 y ya me estaba planteando irme cuando vi que la mujer finalmente llego.

— Uff perdón chico me había quedado dormida. —se disculpa Bellatrix cuando al fin llega.

— Madre mía... Y yo aquí con el fresco esperando media hora. —le digo.

— Lo siento jajá, te compensare de alguna manera. —me dice risueña.

— Pues ya sabes, se nuestra entrenadora. —le pido.

— Jajá para eso antes enséñame el pueblo. —me dice aun entre risas.

— Está bien, pues sígueme y no te pierdas. —le fui enseñando todo el pueblo hasta que dieron ya las 12:00 del mediodía.

— Huy ya son las 12:00, sí que se ha pasado el tiempo rápido chico. —me dice cuando se fija en la hora.

— Deja de decirme chico... Me llamo Carlos Migueru. —le digo ya que me sentía raro porque me llamara así.

— Está bien Carlos, el pueblo es muy bonito. —me dice sonriente.

— Me alegro que le guste. —la respondo.

— Este pueblo lo viví en mi infancia, pero ya no me acordaba de nada, gracias a ti me has hecho recobrar grandes recuerdos. —me dice pensativa seguramente recordando su infancia.

— No es nada Bellatrix, es interesante que haya vivido aquí, ¿qué edad tiene ahora? —le pregunto interesado.

— No me gusta decir mi edad... Pero está bien, tengo 33 años. —me dice con esa sonrisa amable que le caracteriza.

— ¿Y con esa edad no te dedicas nada de fútbol? —le pregunto.

— No Carlos, ahora no me dedico a nada, solo estoy aquí para descansar. —me responde.

— ¿Y antes? —le vuelvo a preguntar.

— No me gusta hablar de mi pasado, solo quédate con una mujer que sabe jugar al fútbol. —me dice amablemente.

— Vale como diga, solo me interesa que sea nuestra entrenadora. —le aseguro.

— Jajá, sí que eres pesado con eso ¿no? —me dice entre risas.

— Pues sí, porque creo que tú tienes la capacidad para serlo. —le respondo con honestidad.

— Bueno, antes te voy a invitar a un refresco. —me responde amablemente.

— Está bien. —nos fuimos ambos a un bar y me invito tal como ella dijo.

— Lo de ser entrenadora, ¿Me pagarían? —me pregunta interesada.

— No creo que trabajes de gratis. —le digo.

— Interesante, no puedo vivir siempre de mis ahorros. —me devuelve.

— Pero si quieres entrenarnos ya sabes que será difícil, ya sabes cómo está el club. —le digo para asegurarme que conoce lo delicado de nuestra situación.

— El dinero me es lo de menos, lo que pasa es que llevo mucho tiempo aburrida y tampoco estaría mal entrenar para matar el rato. —me asegura ella.

— ¿Eso quiere decir que vas a ser nuestra entrenadora? —le pregunto entusiasmado.

— Probablemente, pero seré muy dura, tu equipo necesita disciplina y más motivación. —me asegura.

MigueruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora