14. Preocupaciones

1.7K 303 78
                                    

Después de atravesar el portal, estábamos en su oficina y seguía sosteniendo mi mano.

Cerró el portal y me llevó a su habitación. Me sentó en la cama y salió. Unos segundos después regresó con un vaso de agua. Se puso de cuclillas frente a mi y me lo dió. Lo tomé pero no bebí nada, solo miré su contenido.

—¿Vanessa, que tienes? —dijo con un leve tono de preocupación y buscando mi mirada.

No quería decirle que no estaba segura de que él pudiese ayudarme a encontrar la verdad sobre mí. Él dijo que tal vez algún dios o angel podría hacer lo que yo, pero no sabe si de verdad alguien puede hacerlo porque no conoce a nadie así. Si él no conoce a nadie, ¿qué me queda a mi? Solo lo tengo a él. ¿A quién más podría preguntarle? A nadie. La única forma sería que Demetrius tenga algún contacto que nos ayude a investigar. Y en verdad espero que lo tenga.

—Vanessa, por favor. Háblame —dijo con voz suave y suplicante.

No sabía que decirle. No quería mentirle, pero tampoco quería que supiera que dudaba de él, de mi misma. De ambos.

Al ver que no hablaba se sentó en la cama con las piernas entrelazadas, apoyó su espalda en el respaldo de la cama y me atrajo hacia el. Me sentó en el hueco que hacían sus piernas y me acurrucó en su pecho. Luego me abrazó con un brazo mientras que con el otro sostenía mi cabeza. Besó mi frente y apoyó su barbilla en mi cabeza.

De repente un par de lágrimas salieron de mis ojos sin permiso. Odio llorar. Supongo que esas lágrimas se deben al miedo de no saber quién soy en realidad y al agobio que mis pensamientos me causan.

—Estoy bien —logré articular en un susurro— No me pasa nada.

—Te pasa algo. Sino no estuvieras tan callada. Dime qué te preocupa.

Cerré los ojos. No quería ver su expresión decepcionada después de decirle lo que sentía.

—Tengo miedo.

—¿De qué?

—De no saber quién soy en realidad —dije intentando que no me escuchara. Aún así me oyó. Lo se porque suspiró.

—Vamos a averiguarlo.

—¿Cómo estas tan seguro?

—Sabemos quién eres. Solo tenemos que buscar de donde vienes y por qué nunca supiste nada de este mundo.

—Si no se de donde vengo ¿cómo voy a saber quién soy? Podría ser cualquiera —me sentía tan débil, tan insegura. Tenía miedo de no llegar a saber nada pero me daba más miedo descubrir algo que no quisiera.

Se separó un poco y sostuvo mi mejilla con una mano. Sé que miraba mis ojos cerrados.

—Abre los ojos. —me negué— Por favor, Vanessa. Mírame. —Los abrí poco a poco, temerosa de ver decepción en su mirada, pero no había ni una gota. Lo único que podía ver era comprensión— Yo sé quien eres. Eres una chica curiosa, determinada a conseguir lo que quieres, no dejas que te intimiden, haces lo que crees correcto, te esfuerzas para llegar a tu objetivo, eres graciosa, puedes ver lo bueno en lo malo, puedes encontrar belleza en la destrucción y eres amante del helado —Eso me hizo sonreír y el también lo hizo—. Eres como Suiza, pasiva y hermosa. Yo sé que sabes quién eres. Está bien tener miedo, es normal, pero no dejes que te cambie, no dejes que te intimide. No permitas que te impida lograr tus objetivos. Estoy aquí para ayudarte y te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte. Vamos a descubrir de dónde vienes. No puedo prometerte que será fácil, ni bonito. No sé qué nos depara el destino, sólo sé que derribaremos cualquier obstáculo y lograremos nuestro objetivo. No te preocupes. Vamos con calma, paso a paso. ¿De acuerdo? —asentí.

Dioses de Sangre ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora