Capítulo 1: Celoso

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Era un día soleado y brillante, lleno del inminente olor del verano, el cielo pintado de azul, las nubes algodonosas...

—¡¿QUÉ?!— gritó una voz exorbitantemente estridente, ​​destruyendo la tranquilidad en un rápido movimiento.

La fuente del grito fue un adolescente de cabello desordenado llamado Kuroba Kaito, quien, después de soltar el sonido antes mencionado, jadeaba con fuerza, mirando por encima de la mesa de la cafetería a su compañero con absoluta conmoción. El personal y otros clientes de Poirot, el café en el que estaban conversando, se giraron para mirarlo fijamente.

—¡Kuroba! ¡Cierra la maldita boca!— su compañero, el cual era un chico rubio, aparentemente inglés llamado Hakuba Saguru, le espetó, mirándolo fulminantemente. —¡La gente está mirando!

Kaito, ignorándolo, cerró la boca y se relajó ligeramente, recogiendo su taza de café con calma. Saguru se sintió algo perturbado por su repentina serenidad y observó cautelosamente al otro por un momento.

Dejando su taza de café con un suave tintineo, Kaito le sonrió con indulgencia al ceñudo inglés. —No.

—¡¿Qué? ¡¿Por qué?!— Fue el turno de Saguru de casi romper las ventanas de vidrio de Poirot cuando se levantó de un salto, casi derribando su silla. Sintiendo las miradas de muchos otros, bajó la voz a un ronco susurro y se inclinó amenazadoramente sobre la mesa. —¡Kuroba, ni siquiera necesito tu aprobación para salir con Aoko-kun! Estaba tratando de ser educado, pero si vas a...

Kaito parpadeó, y en ese momento sus ojos pasaron de ser benevolentes a algo próximo a la ira. —Hakuba, te das cuenta de que Aoko es como mi hermana, no, ella es mi hermana, y no hay manera en el cielo o el infierno de que alguna vez deje que mi hermana salga con una... una persona como tú.

Saguru le envió una mirada ferozmente acalorada. Él sabía que Kuroba no iba a cambiar de opinión. Y si Kuroba no cambiaba de opinión, no habría ninguna posibilidad de que alguna vez pudiera acercarse a un radio de tres millas de Nakamori Aoko, no a menos que quisiera pasar el resto de sus días con la piel violeta y el cabello cubierto de pegamento.

Reflexionando sobre sus opciones, Saguru permitió que una sonrisa se deslizara sobre su rostro cuando un pensamiento particularmente encantador entró en su mente. Se sentó con cuidado y Kaito lo miró fijamente.

—Creo que tú, Kuroba, estás celoso de mí.

Parpadeando aturdido, comprendiendo aquello, Kaito no hizo nada. Luego explotó.

—¡¿Qué demonios, Hakuba?!— Gritó (esta vez el personal y los clientes ni siquiera se molestaron en mirar hacia allí).

—Estás celoso de que he encontrado a alguien— entonó Saguru, sonriendo con locura.

—¿Qué te pasa, Hakuba? ¡Podría conseguir a cualquier chica que quisiera, bastardo!— Gritó Kaito.

«Genial. Paso 2» pensó Hakuba para sí mismo. Exteriormente preguntó —¿cualquier chica?

—Sí— respondió Kaito con frialdad.

—¿A quién sea?

—Um... ¿si?— Respondió Kaito, frunciendo el ceño ligeramente confundido ante la implicación  que el británico aparentemente estaba tratando de forzar en sus palabras.

—Entonces... ¿cualquier persona?

—¡Sí, idiota! ¡¿Cuál es tu maldito punto?!

Juntando la punta de los dedos de sus manos, Hakuba se burló —Demuéstralo.

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