Aquellos que matan.

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¡No! ¡No! ¡No! ¿Cómo era posible? ¿Cómo había podido fallarle?

Con rabia e impotencia observó su reflejo, aquel bastardo había terminado también con él, estaba demacrado, con ojeras y la sonrisa que tanto le caracterizaba lo había abandonado por completo, sus ojos llenos de desesperanza de pronto brillaron con determinación, ae irguió y acomodó su ropa, salió del baño caminando con tranquilidad por los ruidosos pasillos del tribunal.

Debía hacerlo él mismo, una vez más el sistema le demostró que no servía. Primero su esposa víctima de un robo fallido, y ahora su preciado hijo, aquel que hace tan sólo tres meses atrás había terminado con orgullo la universidad.

Observa al hombre salir lleno de energía y una sonrisa, no tuvo que pensarlo, caminó directo a él y le tomó de la camisa encestando al primer puñetazo, lo vió trastabillar y caer de espaldas golpeándose la nuca con fuerza, por desgracia no con la suficiente. se movía, se quejaba, sus pulmones funcionaban y su corazón aún latía.

Colérico intentaba soltarse de todo aquel que lo sujetaba, viendo con lágrimas en los ojos Cómo protegían al bastardo que había matado a su hijo no sin antes torturarlo, observaba impotente como todos ignoraban que había sido aquel monstruo quien acuchilló a su niño hasta la muerte, qué fue él quien le extirpó sus ojos y lengua, el que lo golpeó hasta dejar irreconocible a su única razón de ser, pero más asco le dió como todos ignoraban que lo había admitido y salido libre por un estúpido tecnicismo.

Era incapaz de ver o escuchar algo que no fuera aquel hombre levantándose del suelo burlándose de él, pero entonces pasó, sintió cómo lo soltaban, escuchó el silencio y observó al monstruo caer al suelo, observó el charco de sangre crecer a cada segundo, observó sus ojos sin vida y aún no lo podía creer, el llanto de una mujer le hizo reaccionar y fue capaz de ver el caos a su alrededor, los otros dos cuerpos a metros de él y el espeso líquido rojo que lo había salpicado.

Estaba completamente atónito, observó una vez más el cuerpo inerte frente a él y la rabia desapareció, suspiró con alivio mirando al cielo y por primera vez en meses sonrío, no sabía quién fue y probablemente jamás lo sabría, pero su agradecimiento ni nada de lo que haga o hiciera podría pagar aquello, pues por fin, después de agónicos meses, su hijo tuvo justicia.

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