Estaba de camino al aeropuerto, acompañada por mis padres. Ese verano decidieron llevarme a un internado de Estados Unidos ya que, ultimamente mi comportamiento no era de lo más adecuado y mis notas habían bajado.
Yo me negaba a ir, no quería dejar a mis amigas atrás y mucho menos a mi familia, no quería irme a un asqueroso internado lleno de gente desconocida con la que ya sabía que no me iba a llevar bien ya que me cuesta mucho hacer nuevas amistades. Habíamos llegado al aeropuerto, ahora tocaba despedirse.
Les supliqué a mis padres que no me enviasen, les dije que mejoraría, que no saldría a la calle y que me pasaría todas las tardes estudiando, pero para nada sirvió porque como ellos decian, eso era lo mejor para mi.
Me encontraba en el aeropuerto, sola, con una maleta que no pesaba ni diez kilos, a partir de ese momento tenia que buscarme la vida. A pesar de tener dieciseis años nunca habia viajado sola, y en esos momentos estaba aterrada.
"ULTIMA LLAMADA AL VUELO 576 CON DESTINO ESTADOS UNIDOS"
Mierda, me había entretenido en la papelería, bueno al menos había valido la pena, ya tenia un libro para leer durante las cuatro odiosas horas que me quedaban del vuelo.
Llegué a la puerta C, ya no había nadie, solo yo y una familia que estaba a punto de entrar al avión. Me puse detrás de ellos y un señor de unos cinquenta años me pidió el billete de embarque. Me puse como una loca a buscarlo por mi bolsa sin resultado, no sabía donde lo había metido y la mirada del hombre clavada sobre mi solo ayudaba para ponerme más nerviosa. Luego me acordé de que cuando fuí a comprar el libro deje esos papeles dentro de él, y así era, cogí los billetes y se los entregué al señor.
- Lo siento. -le dije avergonzada-
-No pasa nada señorita, la próxima vez vaya con mas cuidado.
Le dediqué una de mis mejores sonrisas, eso de sonreír no iba conmigo. Empezé a correr por el pasillo que llegaba hacia mi avión, estaban a punto de cerrar las puertas pero conseguí entrar.
Todo el mundo ya estaba sentado, "lo que me faltaba" -pensé.- Tenia las miradas de todos los pasajeros clavadas en mi, me puse tan nerviosa que iba dando con mi maleta a cada asiento por el que pasaba delante. Después de unos cinco minutos conseguí sentarme. Mi asiento estaba situado en la parte central del avión. A un lado tenia a un hombre que daba miedo, era alto y fuerte, tenia la cabeza rapada y el cuerpo lleno de tatuajes y al otro lado tenia a un niño de unos seis años que jugaba con su consola. Me senté en mi asiento y me puse el cinturón. Las azafatas salieron de la cabina del piloto y nos dieron las indicaciones de seguridad, dicho eso el avión despegó.
