—¿Tienes lo mío?—el chico me miró por escasos segundos antes de volver a mirar a la nada, estiró su mano y le entregué rapidamente el dinero antes de que alguien sospechara algo.—La próxima vez asegúrate de vernos en un puto lugar con menos gente, niña.
Asentí sin poder siquiera decir alguna palabra el me miró y sonrió burlesco antes de voltear su cuerpo hacia el mío y dar unas palmadas algo fuertes en mi hombro izquierdo.
—No tengas miedo niña, ya hemos hecho esto muchas veces y siempre estás nerviosa. Pareces un pequeño chihuahua.—él sólo rió ante su propio comentario antes de tomar mi mano y dejar la pequeña bolsa.
—Lo siento, lo que pasa es que creo que algunas personas sospechan sobre... esto— confesé —Y-y todos creen que ni siquiera he probado el alcohol.
—Tarde o temprano sabrán que no eres esa niña santa que no bebe ni se droga—rió pero de inmediato su sonrisa desaparece—Pero si abres esa boca yo mismo me encargo que no vuelvas a ver la luz en tu puta vida, ¿entendido?—amenazó y yo asentí rápidamente estremeciendome. Claro, él no quería que yo acabara con su trabajo sólo por miedo a no ser lo que los demás creen que soy.
—¡____!
Esa voz. Mier-
—Mierda. ¿Ese no es tu nombre?—habló el chico y yo asentí con mis ojos cerrados, sólo quería que la tierra me tragara—.Nada mal tu noviesita eh—abri mis ojos y lo maté con la mirada. Hijo de puta.
—¡Hey! _____, iba justo a tu casa amor.—sentí el calor del pequeño cuerpo de la morena en mi espalda, pero no duró tanto al darse cuenta en el shock en el cual estaba.—¿Estás bien? estás sudando—acarició suavemente mi mejilla y la miré al fin, me observaba con su ceño fruncido, preocupada. Un carraspeo hizo que despegara su mirada de mi.
—Buenos días señorita, creo que no nos hemos presentado—se saludaron de mano y el chico sonrió.
—Vaya, no sabía de tu nuevo amigo —ella sonrió amablemente al chico. Como le digo que no es mi amigo, solo es un puto camello al que le he estado comprando droga por meses.
—Somos... Amigos de negocios—él sonrió extrañamente en una encantadora sonrisa y mi novia inclinó su cabeza confundida.
—¿Negocios, eh?—mi novia sonrió convencida— Soy Ariana, un gusto señor...
—Walt, Walter Lopez—él sonrió de lado. No estoy segura si este hombre esté diciendo la verdad, nunca me había hablado sobre él en sí.
—Wow, no sabía que te interesaban los negocios amor—reaccioné al fin y le sonreí a mi novia.
—Bueno, hay varias cosas que no sabes de mi—sonreí nerviosa y ella rió tierna dándome un pico.
—No parece de aquí señorita—habló Walter, según ese es su nombre.
—Oh, pues no, en realidad soy de Florida, llegué a California hace unos años—mi novia sonrió, esa sonrisa que me tiene loca desde primer curso.
—Espero y estés disfrutando de nuestra linda California.—él sonrió abriendo sus brazos en bienvenida, dando una pequeña vuelta dejándome extrañada. Al darme cuenta que mi novia no respondió la observé y su mirada estaba en el suelo, seguí su mirada y en el suelo se encontraba el dinero que le había dado hace unos minutos al hombre, y al lado otra pequeña bolsa de drogas. Mierda.—Oh lo siento, que torpe—él sonrió nervioso y tomó lo que estaba en el suelo. Miré a Ariana, quien sorpresivamente me estaba analizando con la mirada, lo que me dió un poco de miedo.
Sus ojos empezaron a cristalizarse poco a poco y sin permiso metió su mano en los bolsos de mi abrigo, tomando la pequeña bolsa de plastico.
—¿Qué mierda te pasa ___? —soltó realmente enojada, yo sólo estaba congelada en mi lugar, sin saber que decir.—¿Me querían ver la cara de estupida? ¿Tu sabes que te puedes volver adicta a esta mierda? ¿Sabes cuanto daño te hace esto?
—Ariana, yo sólo q-
—¿Tu sólo qué? ¿Qué ganabas con seguir mintiendo sobre esto?—ella subía el tono de su voz por cada palabra que enunciaba.—¡¿Qué mierda ganabas?! ¡Absolutamente nada!
—Ariana, en verdad yo te lo iba a decir en cuant-—no terminé la oración cuando sentí el ardor en mi mejilla, coloqué mi mano acariciando mi mejilla adolorida y vi como las lágrimas salían de sus ojos. Por último aventó la bolsa en mi cara antes de irse.
—N-no ganabas nada con mentirme a la cara.—sorbió su nariz viéndome por última vez, con decepción.
Y esa fue la última vez que vi esos hermosos ojos marrones, con ese brillo peculiar que aparecía cada vez que la miraba. Esa blanca sonrisa junto con esos hoyuelos que me hacían llorar de ternura. Sus rojos labios que besaba cada vez que podía; ahora ya no puedo, no la tengo conmigo.