Capítulo 3

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  • Dedicado a Karla Alejandra De Jes
                                    

Capítulo 3:

Hoy podía dormir tranquilo ya que sabía que él estaba aquí. Después de estos días tan oscuros puedo ver la luz que me muestra el camino. Lo tengo de nuevo conmigo y sé que está seguro aquí. Por respeto a mi madre, él se quedó durmiendo en el sofá. Sigilosamente fui hasta la sala a verlo dormir. Durante  mi travesía a la sala, parecía una serpiente silenciosa que se inmiscuye entre los arbustos. Ahí lo vi dormido, relajado, como si no tuviera de qué preocuparse. Pero de momento su semblante cambió. Comenzó a apretar sus dientes, a mover la cabeza de manera rápida y descontrolada mientras su respiración aumentaba. Comenzó a gemir como si estuviera pasando por un momento de dolor y desespero. Luego se levantó de momento respirando profundo y rápido. Corrí con desespero hacia él, como si mi cuero automáticamente actuara ante una situación inesperada. Ya estaba impuesto a cuidarlo, y verlo sufrir para mí era un calvario.

-Ya pasó Damián, ya pasó mi amor. Tranquilo…

-¡Ay Daniel, ya no puedo más con este dolor!- Me dijo Damián mientras lloraba sin consuelo.

- Cálmate bebé, todo va a mejorar. Me tienes a mí, ¿recuerdas?

- Lo sé, pero aún así duele Daniel, compréndeme.

- Te entiendo Damián- Le dije con dulzura – Y estaré aquí para alivianar tu dolor. ¿Quieres venir a dormir conmigo?- Le pregunté esperando que me dijera que sí.

-Pero, ¿qué va a pensar tu mamá?- Me dijo sin pensarlo y con cierta timidez.

-Yo le explico después, por ahora solo importas tú.-

Al parecer fui muy convincente, porque tomó la sábana y la almohada y me siguió como un perrito a su dueño. Le pedí que se acostara del lado que prefiriera, para luego yo acomodarme a su lado y poder descansar, aunque con él al lado, el descanso puede esperar.

Damián:

Accedí a irme a su cuarto, pues su presencia transforma mis peores pesadillas en sueños dulces y cálidos. En él estaba mi bienestar, él era mi felicidad. Me recosté del lado de la cama que más prefería y luego él se acercó a mi lada lo más posible. Tan solo un toque suyo encendía todo mi cuerpo. Un toque de sus manos transformaba mi invierno eterno en una llama viva y abrasadora. No lo podía evitar, éø era mi debilidad y tenerlo cerca era una gran tentación.

-Gracias por siempre velar por mi bienestar amor.- Le dije entre susurros y voz entrecortada.

-No tienes nada que agradecer, es lo menos que puedo hacer- Me respondió Daniel con un beso en la mejilla.

-¿Sabes qué?-

-¿Qué?- Me respondió intrigado.

- Tenerte así de cerca es una gran tentación para mí.- Le dije con una mirada provocativa y llena de fuego que necesitaba salir por algún lugar. De otra manera, moriría quemado por dentro.

-¿Ah sí?- me preguntó mientras acercaba sus labios rosados y carnosos a los míos.

-Ujum, y me pones muy mal. Muero por ti…- le decía con lujuria y pasión a flor de piel.

-Yo también te muero por ti Damián.- Me dijo antes de sorprenderme con un beso apasionado.

                Luego de ese beso, comenzó a acariciar cada espacio de mi cuerpo. Me quitó la camiseta y se quitó la suya, dejando dos esculturas en exhibición. Comenzó a besar mi torso con mucha pasión y cautela. Su lengua mojaba cada parte de mi  pecho y mi abdomen, haciéndome gemir de placer. Con sus manos tocaba mis piernas aún cubiertas por mi pantalón. Cada movimiento que hacía provocaba que mi gigante dormido comenzara a despertarse con ganas de librar una batalla bastante pareja. Me quitó mis pantalones dejando mis columnas de mármol descubiertas y desnudas. Ahora él tenía el poder y el mando sobre mí. Yo solo era un esclavo que seguí sus órdenes. Comenzó a besar mi cuello con locura haciendo que yo perdiera el control. Sus manos exploraban todo un mundo que él ya conocía muy bien. Así llegó h hacer que mi gigante despertara furioso. Cuándo Daniel lo desató de su guarida, trató de ahogarlo en su saliva para que no se pudiera dar la pelea. Sin embargo, sus intentos fueron en vano. A medida que continuaban sus intentos por ahogarlo, mi gigante se tornaba más fuerte e imponente, obligando a que Daniel le pidiera al suyo que saliera para que peleara con el mío en su defensa.

Daniel:

                Mis intentos por ahogar el gigante de Damián fueron en vano, así que le pedí al mío que viniera a mi rescate. Damián iba estrangulándolo en un intento desesperado de evitar la batalla, pero también se ponía más fuerte e imponente a medida que Damián seguía poniendo sus manos en el cuello de mi gigante.  NO quedó otro remedio que pelear directamente conmigo. No sé cómo, pero quedé rendido debajo de Damián y su gigante. Examinando mi cuerpo, él encontró mi punto débil, un lugar donde su gigante podía atacar y sabía que me iba a hacer perder la batalla. El gigante de Damián fue inteligente, ya que se puso una cubierta especial para afrontar cualquier situación. Así que Damián abrió las montañas que separaban mi cueva prohibida, mi punto débil e hizo que su gigante librara una batalla a su favor, dejándome a mí en desventaja. Aunque debo admitir que estar en este tipo de desventaja me encantaba. Su gigante se abría paso a su antojo. Entraba y salía de la cueva sin pedir permiso y yo no estaba en condición de darlo o quitarlo. Así siguió hasta que logró hacer que mi gigante expulsara fuego por la boca y cayera rendido ante la batalla dispareja. EL suyo continuó peleando hasta que también expulsó lava de su estómago haciéndolo caer muerto después de una gran batalla. Luego de esta batalla tan desigual, me besó en el cuello, en los labios, en la espalda, en todo mi cuerpo que era una llama viva en medio de un invierno frío.

-¡Eres mío Daniel!- Me decía Damián entre besos.

-Soy todo tuyo Damián, solo tuyo…-

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⏰ Última actualización: Dec 16, 2014 ⏰

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