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Narra Sofía




Llegué al instituto bastante pronto, más que nada porque mi padre me estaba gritando, a punto de pegarme, y por la noche no paró de dar voces por toda la casa, despertándome. Y por Paz y los demás, quería estar totalmente sola, no quería cerca a ninguna persona, solamente quería estar en mis mambos, en mis pensamientos.

Entré al aula y no había casi nadie, cuatro subnormales contados y ya. Me senté adelante del todo porque no quería estar con Paz, me daba pena Paz porque ayer intentó hablar conmigo pero no la contestaba, la ignoraba completamente, y eso me dolía a mí también. Era la única amiga que tenía y la estaba perdiendo por mi forma de actuar, solamente porque quería estar sola sin nadie.

Apoyé mi cabeza en mis brazos como una almohada y cerré los ojos intentando dormir algo. Estaba agotada y encima con la voces que pegaban los subnormales de mis compañeros no podía ni descansar, aunque fuera cinco minutos, pero nada.

Cada vez escuchaba más voces en el aula, cada vez llegaban más alumnos. Bufé y levanté mi vista un poco, miré a mi izquierda y di un salto de susto.


- ¿Cuánto tiempo llevas observándome?- elevé una ceja mientras me apoyaba en un brazo

- Lo justo para saber que estás mal- se cruzó de brazos- ¿Por qué no te sientas atrás conmigo?- suspiré y negué

- Quiero estar sola, no quiero a nadie a mi lado ahora mismo, y si no querés que te mande a cagar vete por favor- la miré seria

- No se que mierdas te pasa Sofía, ¿Por que no me cuentas qué te pasa? Te podré ayudar en algo o no se, pero por que estás así- se levantó de la silla de mi lado desesperada

- No me vas a poder ayudar- pasé mis manos por mi cara frustrada- Largate por favor, no quiero discutir con vos, es lo menos que quiero hacer- se me formó un nudo en la garganta. Ni la miré porque me ponía a llorar ahí mismo

- Lo que digas- escuché su voz más débil de lo normal, rompiéndome por dentro. Escuché sus pasos como se alejaban de mí, suspiré y me giré para atrás para ver si estaba Paz en su sitio, y efectivamente, estaba sentada en su sitio mirándome fijamente con cierta pena


Aparté mi vista de ella rápidamente y miré a la pizarra aunque no hubiese nada de divertido. Tocó el timbre y entró la profesora. Suspiré pesadamente y puse mi atención en ella, era lo mejor que podía hacer, no tenía otra cosa mejor que hacer, no tenía a nadie con quién hablar, no podía utilizar el móvil porque estaba adelante del todo, y dibujar tampoco porque me retarían.


(...)


Tocó el timbre acabando la hora del profesor, mis compañeros se levantaron rápidamente y salieron corriendo al patio como niños pequeños. Los últimos en salir eran Paz y Verónica, que la primera me miraba preocupada y la segunda estaba extrañada porque no iba con ellas, y ya por último Camilo y Mateo, se estaban riendo hasta que se pararon a mi lado.


- ¿No venís con nosotros?- negué- ¿Y eso?- frunció el ceño

- Quiero estar sola- dije firme. Camilo se hundió de hombros y Mateo negaba mientras se mordía la lengua. Me da que se olía algo

- Te dejamos, nosotros nos vamos afuera-  me sonrió Camilo, asentí con una sonrisa débil y se marcharon de ahí. Mateo me miró una última vez y los dos desaparecieron de mi vista


Cogí mi móvil de la mochila y me marché del aula, me dirigí a una esquina del patio donde no había nadie, y nadie me molestaría, podría estar tranquila. Me senté y miré a todas las personas como hablaban, reían y jugaban tranquilamente. Como se notaba que ellos no tenían ningún problema y si lo tenían seguro que sería una mierda.

Aparté mi vista de ellos y saqué mi móvil para mirar las redes sociales. Miré un momento donde se encontraba el profesor, no quería que me quitara el móvil. Al verle hablar con otro profesor seguí mirando el móvil.

Estuve un rato con el móvil hasta que sentí unas miradas sobre mi, como que me observaban. Guardé mi móvil rápidamente por si era el profesor de guardia y miré a la dirección del profe. No era, estaba hablando con un alumno. Me pasé las manos por la cara frustrada y miré en dirección a los bancos, donde se ponían Paz y estos.

Y eran Paz y Mateo los que me miraban, Verónica y Camilo hablaban pero ellos no les prestaban atención, solo me miraban a mi, y lo peor de todo que aunque les haya pillado mirándome no apartaban la vista de encima de mi. Me estremecí al ver como se levantaba Paz en mi dirección, me levanté de mi sitio con todos los nervios encima y me largué de ahí para dirigirme a los baños antes de que se acercara Paz hacia acá.

Fui al baño y me eché un poco de agua por la cara. Estaba muy nerviosa, sus miradas preocupadas no se me borraban de la cabeza, recordaba como me miraban y me hacía peor, solo era un incordio que causaba problemas en esta vida. Tocó el timbre y me dirigí a mi aula para sentarme en el mismo sitio que antes, miré a la ventana para no ver las miradas de Paz y Mateo. Me podían. Entró el profesor y puse mi atención en él.


(...)


Tocó el timbre dando por finalizado las clases, cogí mi mochila rápidamente y me fui de mi aula para largarme a mi casa sin esperar a nadie. Miré el cielo y estaba nublado, seguro que más tarde llovía. Miré al frente y seguí mi camino hasta llegar a mi casa.

Abrí la puerta y estaba mi padre de pie mirándome furioso, las piernas me empezaron a fallar del miedo que tenía ahora mismo, estaba temblando. Tragué saliva y le miré aterrada.


- Hoy no estaré en todo el día, volveré por la noche, vos sabrás lo que haces para arreglartelas, te dejé un poco de dinero- dijo mirándome mal. Asentí lentamente con miedo y se acercó a mí con pasos amenazantes, por inercia tiré unos para atrás pero me agarró del brazo fuerte haciendo que suelte un jadeo de dolor, las heridas no se me habían curado del todo- No hagas ninguna tontería- amenazó con su cara cerca de la mía sin apartar su vista de mis ojos. Asentí y me soltó para marcharse subiendo las escaleras


Expulsé todo el aire que había almacenado y subí a mi habitación a pasos rápidos, dejé la mochila en la mesa y me miré el brazo donde me había agarrado, levanté la manga un poco y las heridas se me habían vuelto abrir, estaba sangrando otra vez.

Me mordí el labio reprimiendo un sollozo que se asomaba en salir. No aguantaba más esto. Me levanté de la cama y fui al baño, cogí la cuchilla decidida de cortarme y me lo puse en el brazo ensangrentado, lo coloqué y cerré los ojos para sentir un ardor en el brazo, abrí los ojos y me encontré con un corte pequeño, limpié la cuchilla llena de sangre y lo guardé en su sitio.

Saqué los utensilios para curarme las heridas y empecé a curármelo escapándose algún que otro sollozo.

Cicatrices (Trueno) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora