Capítulo II

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El hospital no quedaba muy lejos del campo de entrenamiento por lo que el camino pasó bastante deprisa.

Era un edificio blanco, no muy alto, con grandes ventanales y anchos pasillos. Antes de dirigirme a la habitación pasé a una pequeña tienda que se encontraba en el interior para comprarle a Julia una flor.

- Hola buenas - saludé a la mujer del comercio.

- Buenas tardes Axel. ¿Cómo estás? - respondió ella.

Ya me conocía de tantas veces que había pasado por aquí debido al tiempo que mi hermanita llevaba ingresada.

- Bien, ¿Y tú? ¿Me das una rosa?

- Yo muy bien, sí, muy bien.- dijo con una sonrisa. - Por supuesto aquí tienes. - añadió mientras me la entregaba en la mano.

- Gracias, hasta luego. - me despedí y puse rumbo a la habitación número 517.

Volví a hacer el recorrido de siempre, subiendo por el angosto ascensor y pasando por el ancho pasillo que llevaba hasta su puerta, situada al final de este.

Toqué antes de entrar y me di una hostia mental al darme cuenta de la tontería que acababa de hacer.

- Hey, Julia - saludé sin esperar respuesta sentándome al su lado después de dejar la flor sobre la mesa que quedaba a mi izquierda.

- Hoy ha sido un buen día. ¿Sabes? - continué hablando.- El entrenamiento ha estado guay, y por fin he notado que me entiendo con alguien en el campo.

Sonreí involuntariamente y continué contándole pequeños detalles de mis días desde que la ví por última vez mientras paseaba por la habitación y alternaba mi mirada entre ella y la ventana.

Desde allí se veía una gran explanada dónde los más pequeños quedaban para jugar juntos. Cuándo los miraba, la nostalgia me invadía al recordar el tiempo en el que yo era así, cómo ellos, sin preocuparme por nada mas que divertirme. Y siendo feliz.

Intentaba no pensar demasiado en eso, porque era algo que echaba de menos, y que nunca volvería.

Centré de nuevo mi atención en Julia. Estaba en coma desde hace bastante tiempo por culpa de un accidente de coche. Ocurrió cuándo iba a verme jugar un partido lo que hizo que me sintiera culpable y me costara mucho trabajo y esfuerzo volver al fútbol, pero gracias a varios factores, entre ellos Mark, lo conseguí.

Me despedí de ella un tiempo después y salí de nuevo a la calle.

No me apetecía volver a mi casa así que me fui al parque dónde esperaba que estuviera Mark entrenando.

Pasear por la ciudad siempre me había hecho sentirme relajado y poder pensar con perspectiva en mis asuntos. Y hoy no iba a ser diferente.

Divagué sobre mi hermana, sobre el fútbol, sobre mis futuros estudios... Toqué un poco cada tema por los que estaba preocupado hasta llegar a mi destino.

Cuándo me aproximé lo suficiente vi al castaño con su rueda y me acerqué a él.

- ¡Axel! - me saludó emocionado, cómo siempre.

- Hola Mark - contesté.

- ¿Qué haces por aquí? - preguntó sonriendo.

- Pues he venido a ver cómo ibas con tu entrenamiento especial. - dije comentándole sólo la mitad de lo que me había llevado hasta allí.

Se río como respuesta y me lanzó el balón con fuerza, siendo así una invitación para que entrenara con él.

Pasado un rato, volvió a hablar, lo que hizo que saliera de mi burbuja creada por la magia del balón.

- Ya le he pillado el truco a la rueda - aclaró Mark entusiasmado.

- Me alegro mucho. - contesté sinceramente mientras me sentaba en el banco de al lado.

- ¿Estás bien? - preguntó con signos de preocupación en el rostro.

Suspiré con fuerza y dirigí mi mirada al frente. Desde allí arriba de podía ver toda la ciudad y a aquella hora todo quedaba iluminado por las luces de las casas y los comercios circundantes.

- No voy a mentirte Mark. - comencé a decir. - No estoy bien, pero nunca lo estoy. No es nada nuevo.

- Hey, ¿Por qué dices eso? ¿Qué te pasa?

Cerré los ojos e intenté aclarar todos los sentimientos que corrían por mí interior. Traté de canalizarlos y transformarlos en palabras para darme a entender. Pero no lo conseguí y volví a salir por la tangente, como siempre.

- No lo sé, no sé cómo explicarlo. -noté cómo se sentaba a mi lado.

- ¿Cómo no vas a saber por qué estás mal?

- Pues no sabiéndolo joder, no tengo ni puta idea de por qué soy así. - contesté algo alterado por la situación.

- Lo siento, no tendría que haberte preguntado eso. - dijo el moreno.

- No, perdóname tú a mi. Estoy pasando por momentos difíciles para mí y muchas veces me cuesta controlarlo. Y controlarme.

- Está bien Axel, no pasa nada. - me apoyó la mano en el hombro y me sonrió. - Yo estoy aquí para lo que necesites, ya lo sabes. Pero siempre viene bien que nos lo recuerden de vez en cuándo ¿Verdad?

- Verdad - le sonreí también y me levanté del banco.

- Gracias Mark, nos vemos mañana. - me despedí.

- Adiós Axel.- contestó él.

Me fui andando tranquilamente hasta llegar a mi casa.
Entré sin preocuparme por no hacer ruido, porque sinceramente me daba igual, no habría nadie en casa.

Entré a la cocina y cogí del frigorífico un tupper de macarrones que había dejado hecho horas antes y me senté a la mesa yo solo, como siempre.

Era una casa normal, puede que algo más grande que la media, pero sin nada especial, eran tan solo unas cuantas paredes construidas juntas. No se podía llamar un hogar, porque no lo era.

En la televisión, los periodistas hablaban de temas que se mezclaban con los pensamientos de mi propia cabeza y, harto de día la apagué, con el propósito de irme a dormir.
Pero, a quién quería engañar, no lo conseguiría por muchas horas seguidas.

El único momento del día en el que mi cabeza me dejaba tranquilo era en el campo, jugando al fútbol. Sólo me quedaba eso.

Aún así llegué a mi habitación, me quité la camiseta y el pantalón en un gesto automático y me metí en la cama, solo con la ropa interior.

Era finales de septiembre, y estaba siendo un año caracterizado por el buen tiempo.

Cerré los ojos y me preparé para otra noche de insomnio inevitable.

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Hola!
Es la primera vez que escribo una historia aquí ( Porque fuera nunca dejó de escribir jeje) y simplemente espero que os guste :3

¿Qué os está pareciendo?

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